Prededimos el desgaste
que ha de ocurrir
en un entorno sin relatos,
sin surgimientos amorosos.
Ya no creemos.
Nos hacemos preguntas
que nos regalan
ridículos repetidos.
Nos secamos el sudor,
y también las ansias,
que ya no aparecen,
no como antes.
El rechazo nos puede
con insistentes desdichas
que vienen de la misma agonía
que nos produce la injusta desgana.
No nos contemplamos,
aunque estemos cerca.
No mejoramos ese trato
no escrito y bueno
que nos daba impulsos
para afrontar cada día.
Me gustas mucho,
me llenas de mucho desasosiego,
me atraes con una fuerza descomunal,
pero, compañera, sin tensión
te expreso con soltura
que el ciclo, nuestro ciclo,
se ha acabado.
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