Advierto la soledad
que envuelve
con sus sábanas grises
esos dos corazones
que no se quisieron
amamantar de hechos nuevos,
de entusiasmos crecientes
como la levadura
en la Primavera del amor.
Noto que las razones
se pierden
con imprevistas noticias
de una marcha provocada
por quienes no creen,
que nos superan en número.
No oculto
mi desencanto doloroso
por lo que nos distrae
en esta nueva obra
que hemos decidido
no protagonizar.
Rompemos con lo que fuimos,
y supongo que ninguno,
hoy al menos, por desgracia,
no esperamos ese milagro
que inventamos
en un otoño embriagador.
Decidimos tozudamente
que no significamos nada.
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