Miro a mi alrededor.
Estoy solo.
Veo gentes hablando.
Dicen, según parece,
muchas cosas,
que, en función de sus gestos,
deben ser importantes,
pero me siento solo.
Solo estoy en la noche
de este día
que se hace aciago
por las imprecisiones
y por las necesidades
de raíces putrefactas
que abonamos rutinariamente.
Más solo que la nada,
que la misma nada
que estigmatiza las ocasiones
que ya no vienen dadas
como en esa infancia soñadora.
La soledad penetra
en mis venas ardientes
de deseos confundidos al vacío.
Las tornas cambian,
mudan su piel callada,
y suspiro con fuerza.
Hoy gana el sentimiento
de lo negativo provocado
con sextas partes heridas,
hirientes también, convocadas
desde otra atalaya
donde alguien, ese alguien,
está solo, más que yo,
o puede que igualmente solo.
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