lunes, 17 de agosto de 2009

El atrevimiento de la comunicación

La defensa de ciertos valores y estados de ánimo es básica para convivir con nosotros mismos. El análisis periódico de lo que hacemos nos permite reconocer lo que hemos pensado que somos o que deberíamos ser. La ventaja de los años es que ves las cosas de otro modo. Pasa el tiempo, y, con ese transcurrir que nos imprime carácter, advertimos que las señales de la vida son sensaciones que hemos de saber interpretar con sus gozos y sus sombras, con sus intenciones y preferencias, con sus vestigios y sus realidades más o menos consumadas. Es una ventaja a medias, pues lo pasado, amigos y amigas, pasado está, y eso sí que no tiene remedio. Es una cuestión de perspectiva, y de ser positivo.

Prosiguen los estadios, los ciclos, los anhelos. Nos debemos dar ciertos emblemas, algunos protocolos de actuación y de actividad con sus reglas más o menos intuitivas y objetivas. Pensamos que somos capaces de entregarnos cuando acertamos con las cautelas y con los atrevimientos en un equilibrio sorprendente. Nos introducimos, sin saberlo casi, en una espiral con versiones complejas. A veces todo va bien.

Y con este panorama interno y externo que es cosecha de varias décadas, te cuento que eres mi amor, aunque no me llegue a mí, que eres una estrella de luces infinitas, que te has convertido en un camino que me guía en instantes no reconocibles. He aprendido contigo en esta especie de “continuum” que nos emplaza a sentir de otro modo, y es ahí donde me gustaría contarte que el mundo cambia para mejor, que los avances nos perpetúan en y con solidaridades victoriosas, que la apatía no triunfa, que el cariño lo puede todo, que no hay desigualdades…

En otro orden de cosas, me colmaría de placer conocer el fin del hambre y de las guerras, y me otorgaría un júbilo extraordinario considerar que hay vacunas para todos los niños, y para los adultos… Si fuéramos capaces de hablar, de convencernos mediante el diálogo, de considerar al prójimo como a nosotros mismos, seguramente la felicidad brotaría cual manantial tras una lluvia clara y limpiadora de todo género de ambientes.

Me gustaría contarte, querido y querida, que estamos entregados a las grandes causas, y también a las pequeñas, para solventar las diferencias de uno y otro calado, con el fin de apuntar tan alto como podamos a las soluciones de un universo en continuación expansión y con un colorido musical. Me complacería mucho tenerte a ti, como entelequia y como realidad, como esperanza de vida en cualquier inflexión, como punto de encuentro ante cualquier controversia. Me gustaría que hubiera, que tuviéramos, un minuto, el tiempo suficiente para hablar de lo esencial y de lo accesorio, de lo que nos debe caracterizar como seres humanos. Me gustaría contarte que lo somos en sentimientos y a través de los hechos, por los cuales siempre se nos conoce. Me gustaría… Eres la referencia, y puede que algo más. Me atrevo a comunicarme.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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