miércoles, 31 de marzo de 2010

La distinción comunicativa

Hemos de pretender estar en esa altura que nos presenta el momento más amoldado a la realidad que nos indica la voluntad de una dicha expresiva y genuina. Si nos ubicamos en el sitio adecuado aprenderemos mucho. Así lo hemos de ver. Las cautelas son necesarias, pero también el riesgo de dialogar de todo y con todos. Nos hemos de abocar a lo sencillo, que distrae de las mismas emociones con un gusto por lo que tiene algo de sentido. Nos hemos acostumbrado a mirar en la misma dirección, y en ella veremos lo que no ha de ser sorpresa. La existencia humana tiene un toque de distinción, si somos capaces de fomentarlo. No causemos baja ante las funciones y perspectivas con las que hemos de crecer.

No nos sintamos ciegos ante la cantidad de caricias que el lenguaje nos puede regalar. Hagamos caso a lo que es distracción con sus torpes visiones, que han de limar cualquier obstáculo con el fin de removerlo o hacerlo más pequeño. Nos hemos sentido tesoros de las verdades más gustosas, que han de aplicar remedios a los dolores, sobre todo a los del alma.

Pongamos atención a las sencillas voluntades de unos momentos brillantes. No nos quejemos recurrentemente. Las sentidas fórmulas nos han de permitir que primen los instantes de aburridas posiciones hacia el mundo que nos cansa. No podremos quedarnos en ninguna parte, si no somos capaces de mantener la amistad, que ha de amortiguar las soledades.

Los tesoros mejores son los que no guardamos. Hagamos caso a los corazones que nos rodean, que han de apuntar hacia lo más alto. No paremos en la consideración de lo que nos gusta, que ha de aplicar remedios y funciones de voluntades en garantía. Hagamos caso a lo bueno que tenemos, por lo que hemos de dar las gracias. Nos complace poder dialogar y acoplar los conocimientos para que puedan alzarse frente a la ignorancia.

Postulemos con buenas actitudes y más interesantes criterios, que nos han de permitir gozar con lo que tenemos, que es fruto del afán bien considerado. La suerte es fundamental para ciertos éxitos, sobre todo para los personales, para que lo verdaderamente importante sea milagrosamente percibido. Es justo que veamos que la complicidad comunicativa es el gran bastión para crecer en lo intelectual y en lo espiritual, que es el sustento de la felicidad más auténtica.

Hoy nos contemplamos de distinta manera, aunque sea la misma, y lo hacemos porque hemos decidido cambiar la posición de la cámara de la vida. El ángulo, ciertamente, nos dice mucho, puede que todo. Busquemos lo adecuado con la naturaleza de las mismas cosas, que siempre invitan a una mejor interpretación. Hagamos caso a la intuición, pero también a la razón. La distinción más descollante nos viene de la misión posible y con criterio. Hemos de estar a bien con el universo, y hemos de conocerlo.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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