Supo descalzarse
como pocos
para vivir su tiempo,
para integrarse
en su espacio,
en su condición,
con los suyos,
con el pueblo,
con su viento,
cantando sus nanas,
dejando huellas
con cantares prohibidos,
con sueños rotos,
con esperanzas tan viajeras
como su misma alma.
Fue Miguel,
por apellido Hernández,
por vocación, poeta,
como persona,
el mejor amigo del pueblo.
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