martes, 26 de octubre de 2010

El sentido de lo que ocurre

Nos inclinamos hacia esa balanza en la que el aprendizaje ha de ser casi el todo. Nos hemos convencido de que comunicando andamos ese camino que nos ha de surtir de los mejores efectos docentes. Caminemos y tratemos de conversar en pos de mejoras desde el conocimiento y la experiencia que nos llenan, o que pueden hacerlo, y, en ese caso, deben.

Hagamos que funcione el tono de una memoria que nos ha de enseñar a vivir en esa paz que nos debe nutrir con fines de retardos y deseos de una comprensión con la que incrementar los dones de un destino que no ha de ser estéril. Juntemos toda la memoria que sea posible y actuemos en consecuencia con una virtualidad que nos debe prevenir con saturaciones y con reglas de compromiso hacia el pedestal más mejorable.

Nos hemos de poner manos a la obra cada día con el afán profundo de la comunión espiritual. Nos debemos imponer tiempos, reglas, aspectos de conjunto y solidarios con los que teñir las relaciones en el mejor de sentidos. Debemos colorear el mundo con la universalidad más expansiva y siempre teniendo a gala que podemos y debemos tener presente la verdad de todos y cada uno de cuantos nos rodean.

Abordemos las dudas con coraje, con tesón, en la convicción de que la solvencia viene del riesgo ponderado y de afrontar las situaciones como aparecen, sin más astucia que la versión frontal de cuanto sucede, de lo que nos acontece y hasta nos supera. Las ocasiones no miradas a la cara son oportunidades perdidas. No podremos saber cómo habrían salido las cosas, si previamente no damos con ellas y procuramos obtener algún provecho en positivo. No olvidemos que siempre lo tienen, incluso cuando no lo vemos. En comunicación, como en la vida misma, es así.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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