domingo, 24 de octubre de 2010

Mucha y buena comunicación

Resolvemos las preguntas de una comunicación que aspira a ser noble desde el mismo inicio del proceso, que ha de ser dinámico, estable, con equilibrios que alternen aspectos de todo género. Seamos astutos, y también dejemos que floten las vacilaciones en el camino, en el propio ambiente del que nos hemos de nutrir sin asperezas.

Subamos las montañas más consentidas con versiones de recias propuestas y con movimientos hacia la voluntad más señera de complementar las labores y los segundos de clásicos destierros. Nos hemos de poner en el sitio de los otros, dividiendo y multiplicando con tradiciones que se han de convertir en poderosas en la modernidad de un trazado con el que nos hemos de poner manos a la obra cada vez que podamos. Los instantes nos han de apasionar.

La existencia está colmada de buenos fines con los que nos hemos de realizar en una carrera donde hemos de agotar los mismos obstáculos que nos proponen los deseos con las intuiciones que nos han de permitir comprender los vacíos de unas existencias sin más compromisos que ser felices. Las medidas nos han de aproximar a lo posible, sintonizando con las grandezas de quienes nos asombran con sus prestaciones más grandiosas.

Consideremos las emociones como la base de ese sistema con el que hemos de comulgar desde las destrezas más sencillas, que han de servir de atalayas y de referencias ante lo que hemos de desarrollar día tras día. Podemos y debemos ser dichosos con la ayuda de quienes nos rodean. Hemos aplicar definiciones de espacios sin objetivos cerrados, sino más bien amplios y en expansión.

Los procesos de aprendizaje tienen de todo, incluso previsiones con las que poder emular los destellos de un lenguaje que debe ser sencillo y claro, con el todo como fundamento de una verdad que ha de ser de conjunto, tomando como afán la visión del bien social. Ahí encontramos mucha y buena comunicación.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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