A
veces queda nada
cuando
comienza el día.
Poco
a poco,
ganando
talento y segundos,
adviertes
que
las brumas dan paso
a
las verdades relativas
de
una dicha merecida
por
todos.
Consideras
y contemplas
las
razones de un gozo
que
se convierte
en
sustento, en alimento,
en
años y anhelos cumplidos.
Nos
abrimos paso
con
lágrimas y sonrisas
que
tienen sentidos diversos,
a
menudo contrarios,
siempre
complementarios,
con
criterios
que
alcanzamos a comprender
con
mutaciones de salvación.
A
veces conseguimos la partida
frente
a la mala racha,
a lo
relativo, a lo absoluto,
a lo
que fue, a lo que será,
y
nos situamos en un presente
que
es espectáculo de ganadores.
A
veces nos sabemos
en
el amor, en la justificación
que
nos encumbra
a la
cima de quienes sueñan,
y
somos, con ellos,
ese
uno que nos da credibilidad.
A
veces, sólo a veces,
observamos
y entendemos,
y
nos maravillamos
por
la gracia milagrosa
de
estar en el mejor sitio posible,
aunque
sea sencillo,
porque
es la actitud,
no
lo olvidemos,
la
que nos inclina
hacia
el lado de la felicidad.
A
veces, lo captamos,
lo
percibimos con inteligencia.
Y
cuando acaba el día,
en
esas ocasiones,
todo
queda.
¡Ay,
a veces...!
Juan Tomás Frutos.
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