Viste con
sus mejores galas, y no porque vaya con un ornamento especial, que así es, sino
porque se comporta como todos los de bien, excepcionalmente.
Sale de
la bruma para entrar en ese albero donde el paso es firme con sequedad en la
boca. No se contiene. Sigue.
Mira el
toro de la vida, y él, sabiendo que hay desigualdad, pese a ella, se convierte
en el héroe que todos hemos esperado. Es soberbio.
Salva los
escollos de una realidad que quita fingimientos. Es él, eres tú, como nosotros,
como todos: avanza con pureza.
En
verdad, cuando ves a un amigo torero en la batalla de su vida, de la
existencia, de ese reflejo de lo cotidiano, captas lo cercano que es lo bueno y
lo malo, el principio y el fin, lo sencillo y lo complejo.
Por eso,
conviene que caigamos en la cuenta de los milagros diarios. Hay que saber
mirarlos. Para ello hace falta tener tiempo (por tanto, ir sin prisa), así como
el afán de entender lo que sucede en el entorno. La voluntad mueve montañas.
Sin ella no mejora la mente.
Entretanto,
les digo, para que lo advirtamos, que este amigo va con sus mejores
galas.
Juan TOMÁS
FRUTOS.
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