Multiplicamos la emoción
con un gusto
que nos lleva
donde los instantes
nos apasionan, son.
Hemos complacido en un nuevo mundo
que se quita los espejos
y las impurezas que tanto pesan.
Bailamos
para dar con la gracia
que nos hará querernos
sin ningún disimulo.
Los aires de la presencia
nos llevan
donde ansiamos ser:
progresamos por el linaje
que nos puede,
que es fuerte.
Hemos aprendido a no distraernos,
aunque a menudo nos quedamos
con esos sueños
que se hacen realidad:
ahí es donde emprendemos
ese vuelo prometedor
que no acepta trampas.
La existencia nos brinda
multitud de experiencias,
pero para dar con ellas
hemos de salir a la calle.
No hay otra,
y, si la hay,
siempre pasará por ti,
por nosotros,
por este lugar
que sabe a empeños y creencias
en el ser humano,
empezando por lo que implicas,
por lo que me susurras
de buena mañana,
por la expresión de la tarde,
y volviendo a retornar
en la jugosa noche.
Eso es:
la emoción máxima,
que se multiplica.
Juan Tomás
Frutos.
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