Las
definiciones siempre son sencillas y complejas a la vez, teniendo en cuenta que
podemos observar en ellas aspectos externos o internos, que es posible que
ahonden más o menos en la idiosincrasia de lo ponderado. Cuando, además, hablamos
de figuras míticas, controvertidas incluso, todo resulta más difícil, puesto
que, a buen seguro, siempre habrá alguien que nos rompa los modelos de
pensamiento y juegue contra nuestra estructura establecida.
El mundo del
toro no escapa a esto que decimos. Más bien se engloba dentro de sectores mucho
más arduos de explicar o de valorar, habida cuenta de que grupos numerosos de
población no terminan de comprenderlo y de aceptarlo.
Por ende,
perfilar la figura de un torero no es una empresa que pueda acabar con
resultados pacíficos, como diría un letrado. Un maestro es un tipo especial, y
por eso no hay cánones que lo puedan acotar. Ni los hay, ni los habrá, ni sería
bueno que los hubiera.
Hablamos de un
ser mágico, con coraje, con empeño, con voluntad, con carisma, con un don de gentes excepcional, y que es capaz de
enfrentarse a las situaciones más peligrosas del mundo, mirando cara a cara a
sus adversarios, procurándose dosis de empuje cuando otros se marcharían
huyendo. El honor es su divisa. Por eso no se declara jamás en fuga.
Es, el torero,
una suerte de prodigio, mitad dios, mitad hombre, que aprende el oficio que
lleva en su corazón desde el mismo día en que nació. Hay historia en él e
innovación. La mezcla procura un jugo peculiar. Sale a la plaza cada vez como
si fuera el primer día, y como si lo fuera expone la vida para aprestarse a
ponerse en peligro de nuevo.
Es verdad que
muchos pueden reconocer a toreros más allá del albero. Los hay con ilusiones en
sus mayores momentos de soledad. La cuestión es saber sobreponerse y hacerlo
con gallardía y hermosura, con belleza y compostura. En las circunstancias y
profesiones en que así nos movamos estaremos hablando de que ahí, en cierta
forma, nos estamos topando con un prototipo.
Y es que por
sus actos sabréis reconocer a quien lo es de quien no.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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