Hay
términos que son polisémicos. Muchos lo son, pues, como sabemos, es la
intencionalidad y el contexto, junto a las interpretaciones de cada cual,
que se proveen de las visiones que otorgan kinesia y proxémica, las que
configuran un resultado y una óptica que no es fácil de captar. Como se dice,
cada uno es quien es. Suelo repetir a mis alumnos, a propósito de las
perspectivas, que una cosa es lo que queremos comunicar, otra cosa es lo que
comunicamos, y una tercera lo que capta la audiencia. Puede y suele diferir.
Con esta
premisa, me fijo en la palabra bravo. No echo mano del diccionario, pero es
evidente que nos trae a la memoria fortaleza y valentía, incluso empeño
perseverante, ganas de avanzar, pese a todo, contra viento y marea. Por ello es
un término que aplicamos en el arte taurino. Tildamos al toro o calificamos una
faena con este vocablo, que en poco glosa bastante.
Sin
embargo, es posible que por su uso se deteriore. Eso pasa. Asimismo, acontece que
no siempre damos el perfil merecido a las cosas, o a las personas, en función
de las palabras, que puede que nos distancien del itinerario que queremos
recorrer por el hecho de que la gran mayoría las utiliza para múltiples
situaciones y a menudo con una profusión que les resta fundamento, quizá por
aquello de las que empleamos sin mesura.
No seré
yo quien diga que ralenticemos su pronunciación. Es, la de bravo, una
calificación tierna, madura, determinante, cariñosa, cargada de poder, con
reminiscencias al pasado desde un presente que proyecta futuro. Si algo es
bravo lo decimos y punto. Debemos. Incluso cuando tengamos dudas no es malo
subrayar ese aspecto notable, pues porta un cariño al que hemos de seguir, como
nos recuerda "El Principito".
Sinceramente
cuantificar lo bien hecho es digno de quien lo recibe, pero igualmente de quien
otorga tal impresión. Estoy pensando, por ejemplo, y siguiendo el primer
supuesto, en varias personas que, cuando suben la persiana ficticia y real cada
mañana, como se lleva a cabo en un albero, se ganan un bravo infinito por la
hermosura y el buen actuar que les acompañan. Por ellos, por ellas, va este
artículo. Son como aquel río de película: seguramente mucho más.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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