La vida
acecha con tus toques maestros, para bien y para mal. Es posible incluso que
cuando las cosas no vayan como anhelamos sea para un postrero éxito o mejora.
Así hemos de observarlo. El destino tiene sus caprichos, pero, finalmente, da a
cada uno lo suyo, o lo intenta, si lo dejamos.
Por eso
es tan importante la óptica que compartimos con quienes, ligeros o no de
equipaje, viajan a nuestro lado. Es decisivo para nuestro equilibrio que
sepamos elegir, y, si nos equivocamos, debemos dejar atrás lo contaminado. El
peso inútil acaba pasando factura.
No
podemos comprender a todo el mundo, pero sí podemos desarrollarnos en el
respeto que nos regala carisma y nos permite entrar por las puertas más
brillantes, con las que conseguiremos contento y aire fresco para respirar.
Las
claves de la existencia son sencillas, y se basan, entre otros conceptos, en el
buen hacer, en la confianza, en la solidaridad y en la empatía con los
entornos. Sacar provecho lícito a lo que nos envuelve cada día es más coherente
que romper los espacios para buscar transformaciones que conducen a una eterna
melancolía.
Laborar por el progreso
Tenemos
lo que tenemos, y, como mucho, nuestra obligación es, ha de ser, laborar por el
progreso. Luego, el destino brindará sus comportamientos, entendibles o no.
Sigamos,
por ende, con la mirada puesta en el porvenir, sí, pero con los pies en el
presente. Es lo que podemos disfrutar. Tampoco el pasado nos debe romper o
alterar en exceso. Nos vale como experiencia, eso sí, si interpretamos que las
circunstancias se presentan diferentes frente a supuestos similares.
En fin,
que el recorrido está para saborearlo y hacer amigos, para aprender y
compartir. Luego, antes o después, nos marcharemos, y quedará solo algo de lo
que fuimos, no de lo que supuestamente poseímos.
Juan TOMÁS FRUTOS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario