Afrontemos la vida con fe, con
confianza en lo que hacemos. Este consejo ha de formar parte de un decálogo en
el comportamiento cotidiano que nos propiciará buenos resultados.
Suspendamos los malos augurios. No
los alimentemos. Entre los compromisos ha de estar el fermentar el optimismo,
que contribuye siempre al equilibrio.
Hemos de sanar creyendo en nuestras
posibilidades. Son muchas. Las opciones nos han de reportar entretenimiento,
además de formación e información.
Cuajemos los hábitos más salubres. Vislumbremos
la entereza con una sintonía que consideraremos perfecta. Lo será si ésa es la
óptica. Nos ayudará a mirar más allá.
Nos debemos dar mutuamente
(hablamos en el sentido de regalo) con una total entereza. Nos rescataremos
cada vez que podamos. No huyamos hacia el vacío. Hay simas, sí, pero también
disponemos de las suficientes nubes para volar.
Pongamos manos a la obra cada
jornada. Nos esforzaremos con razones y sin ellas. No dibujemos espacios
infinitos, aunque así sean. Podemos elucubrar lo satisfactorio y atractivo,
pero lo mejor es que nos centremos en lo factible desde la inspiración
habilidosa.
Ir poco a poco nos afianza, y,
fundamentalmente, nos hace disfrutar más.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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