Nos influenciamos con un buen carácter. Creemos en los valores, y
eso nos salva. La actitud nos permite seguir cuando es positiva, constructiva y
hacedora del bien. Lo que se siembra se cosecha.
Hemos de predicar con el ejemplo bondadoso. No vivamos en la
contradicción. No se trata de perseguir la perfección, sino de ser sin
intrigas, artimañas o embustes que nos rompan y desconsuelen de manera
permanente. La vida es larga y breve a la vez. Podemos con todo si tenemos
coraje guardado para las ingentes coyunturas, así como las ideas diáfanas.
Intentemos que todo vaya por el costado debido. Nada es fácil ni
difícil. Depende de que creamos en lo que hacemos, de lo formados que estemos,
de las compañías, de la calma y perspectiva que nos imprimamos, de las verdades
que compartamos, de la capacidad de aprender y de dar a los demás.
No nos inquietemos constantemente por el futuro. El día a día
funciona. Sí, hay que planificar, pero sin volvernos locos. Podemos mucho, más
de lo que pensamos, pero hemos de comprender que nada se hace en horas o en un
día. Necesitamos tiempo, fundamentalmente para nosotros, para ser quienes
soñamos, y, en este sentido, conviene elucubrar con corrección.
Formemos espacios que nos incluyan en los mejores sitios. Seamos
sin idealizaciones. Podemos ganarnos el Cielo en la Tierra. Dispongamos alegría
y remedios frente a la adversidad con pausa, con amor, con intenciones leales,
sin descalabrarnos porque los ritmos o los fines no sean los analizados
previamente.
La vida es lo que es. Nosotros somos importantes para ella y en
ella, aunque no pasemos del anonimato. Lo determinante no es que nos conozcan:
es que sepamos todo lo posible de nuestro interior con el propósito de ser
felices. Es para lo que hemos venido aquí.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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