Sabes que dormimos en la nada que es todo. Conoces bien el blanco de la vida, y también sus lados oscuros. Aprendes rápida.
La existencia no da tregua. Sin embargo, tú sabes cómo atender cada resquicio, cada recoveco, cada ilusión, cada desastre... para que la historia cotidiana parezca mejor.
Te doy las gracias por lo que supones, porque me invitas a estar en un limbo cuando la guerra asola las esquinas y los más altos edificios. Dicen que no quedará nada, y yo me ratifico en que todo permanecerá, todo lo esencial, porque tú serás ese testimonio que hemos buscado durante lustros.
La docencia te ha llevado al punto en el que estás. No has dejado que la amargura te pudriera. Los ácidos no enturbiarán los aspectos nobles de un universo que merece la pena. Lo has percibido, y tratas de mostrarlo de esta guisa en cada amanecer.
Eres ese norte que en momentos de tribulación todo lo sosiega y, al tiempo, glosa el itinerario hacia la bondad y el amor, auténticas salidas en las eras de la convulsión que tanto y tanto se solapan.
Has tirado el lastre innecesario, y llevas en tu mochila tu mejor canción, la más amplia sonrisa y los deseos de que todo le vaya bien incluso a las adversarios, que no quieres reconocer como tales. La visión de perdedores, según te destacas, es una labor suya. Sí, ser en la negatividad es una tarea ardua que tú dejas a un lado para dedicarte a ti mismo, sabedora de que la felicidad, como decía Agustín, en éste y en otros días, comienza por uno mismo.
La pregunta que nos haces es si nos animamos a seguir este destello. ¿Qué le contestamos?
Juan TOMÁS FRUTOS.
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