Registremos las vibraciones positivas que nos invitan a consolidar los estándares de la belleza, la hermosura, la bondad, la colaboración, la paz, la tolerancia, el consenso y los buenos hábitos. Tratemos de comportarnos bien con los demás, justo igual a como esperamos que se introduzcan en nuestras vidas.
Miremos con los anhelos de concordia. Intentemos perdonar. Todos cometemos errores. No es bueno vivir en el conflicto. Generamos dolor a veces sin darnos cuenta. Evitémoslo.
Hemos de provocar sonrisas, alegrías, ánimos para esparcirnos con intereses nobles. No permitamos que se detengan las actitudes de amor, de cariño, de entrega y ayuda a los otros. Vislumbremos en los espejos los mejores resultados, y consigamos que sean ciertos.
Numeremos actividades que nos conduzcan donde la serenidad reine. No impongamos criterios ácidos. Nos debemos al universo básico. Retratemos las intenciones con colores y visiones de querencias en paz. Podemos ser dichosos.
No auspiciemos las peleas. Más bien hemos de evitarlas, de soslayarlas, de curarlas preventivamente. Nos debemos ocasiones personales y colectivas. Fragüemos los más óptimos sabores. Hemos de portarnos donde la emoción tenga sentido, y hemos de compartir con las personas adecuadas.
Caminemos por las líneas transversales, en la medida de lo posible, y no nos torturemos por los retrasos. Somos seres imperfectos, pero si los afanes son loables estaremos en el itinerario correcto. ¡Adelante!
Juan
TOMÁS FRUTOS.
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