No hay ocaso si hay amor.
No lo hay,
pese a los agoreros
que encienden fuegos inertes
frente al cariño de las mayorías,
que no han de guardar silencio.
No hay caída definitiva
si nos preside el deseo de paz,
de concordia, de entendimiento,
de belleza compartida.
No lo hay,
por más que digan,
que los callaremos
con nuestros actos cotidianos.
Despejemos el bancal
y seamos fogosamente insensatos.
Fomentemos y mancomunemos
el amor genuino
y digamos que el futuro es nuestro,
siempre nuestro.
Frente a lo nefasto
la bondad.
El amor todo lo puede,
incluso el ocaso.
Juan T.
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