El Centro Territorial de TVE en Murcia ha cumplido casi 30 años de existencia. Durante estas tres décadas ha ofrecido todo tipo de programas, desde taurinos hasta musicales o concursos, sin olvidar, claro está, los emblemáticos informativos, en las más diversas franjas horarias, fundamentalmente en las comprendidas entre la una y las tres de la tarde, o, ya en la parrilla netamente vespertina, entre las siete y las nueve de la tarde-noche.
Más de diez mil horas de producción y/o emisión albergan sus archivos audiovisuales en los más variados soportes. Miles de espacios se han brindado en este tiempo. Ha habido “años maravillosos” en los que la producción propia ha sido de 800 horas, amén de más de 100 retransmisiones por el circuito regional, parte de las cuales han ido, igualmente, por la Dos, por la UNO (hasta ahora la Primera), por el Canal Internacional o por el 24 Horas. De su calidad dan cuenta los varios centenares de profesionales que han hecho posible, en las más diversas categorías, que los eventos más importantes de la Región llegaran a todo el territorio de Murcia, así como al resto del país, y, en determinados casos, incluso a nivel internacional.
La labor de servicio público está más que demostrada. Muchos profesionales han hecho escuela, muchos han logrado el éxito en diversas comunidades autónomas o en el contexto nacional. Las páginas, anónimas unas y otras no tanto, de TVE en Murcia están llenas de la historia reciente de esta Región, de este país, y de una entrega añadida que no admite dudas. Hemos contribuido, igualmente, a dar a conocer la intrahistoria.
La intensa labor de TVE en Murcia, esto es, de sus trabajadores, hizo posible, con el transcurrir del tiempo, un centro territorial en el barrio de La Flota que es un emblema para toda la casa por sus instalaciones, por sus prestaciones, por su tecnología, por las potencialidades que podría brindar…, y que ha brindado. En esto ha habido etapas estupendas en las que hemos contado con el apoyo de las Administraciones.
Indudablemente, podríamos estar contando miles de cosas, miles de anécdotas, un montón de situaciones profesionales que nos llenan de nostalgia a los que ya llevamos un par de décadas en este negocio. Hay, igualmente, miles de argumentos que justifican la potenciación de un modelo de servicio público que vive, ahora, sus momentos más bajos. Les cuento un poco la situación actual.
Más de la mitad de la plantilla se ha prejubilado, un tercio de los empleados, que solían ser y estar contratados, ya no están con nosotros. Se rescindieron sus vínculos laborales, y ahora, como eran buenos profesionales, trabajan en otros medios de comunicación. Nos alegramos de corazón por ellos.
Lo que no nos gusta tanto es la trinchera en la que nos han dejado, en un momento de guerra abierta contra la desidia, contra el dejar hacer, que es hacer nada, y en la que la vocación de continuidad de los centros territoriales parece que ha muerto. Así es. Nos han dejado apenas 17 minutos diarios (al menos, tenemos esa programación los días de la semana que no hay eventos deportivos de interés nacional…). La plantilla está reducida, desmotivada y desestructurada. Todos los días, los que quedamos, hacemos un auténtico acto de entrega al medio, a sus objetivos, a la labor de servicio público que tenemos encomendada, para sacar un producto digno, lo más digno que podemos, a pesar de que las cortapisas son las que son, casi imposibles de superar, por la falta de esos recursos esenciales que nos impiden sacar más partido a un centro moderno pero carente de un mínimo para no tener que dejarnos la piel todos en cada jornada.
Los que quedamos, pocos, nos hemos convertido en una gran familia, que trata de optimizar lo poco que le queda. Nos apoyamos en los valores de la solidaridad, de la entrega, del buen hacer, y no perdemos la esperanza. Todos los profesionales hacemos de todo. Funcionamos como un auténtico equipo. No hay flanco que quede sin cubrir en una etapa que sabemos difícil, y en la que hemos quedado en manos de un destino incierto. Somos conscientes de la soledad que nos embarga, somos conscientes de que la aventura es complicada en su resolución. Me acuerdo de los últimos de Filipinas, que aguantaron incluso más allá de una guerra desigual que tenían perdida de antemano. Sabemos de las dificultades, que son muchas, sobrecogedoras. De pronto, y que nadie lo olvide, en juego están no solo nuestros puestos de trabajo: queda en el aire el quehacer de servicio público que siempre hemos hecho, al que, con gusto, siempre hemos estado obligados… Y queremos que siga siendo así.
Sí, sé que hay más medios, que también hacen una labor excelente, pero creo que merecemos la honra de quienes dieron mucho por este sistema democrático, que no flaquearon jamás y que pueden seguir aportando a la sociedad una labor extraordinaria en el papel que nos toque, que seguramente será otro, pero que debe ser, asimismo, digno. No merecemos acabar en silencio una tarea tan memorable como la que hemos hecho hasta ahora. No hemos de agotarnos de esta guisa, ni por nosotros, ni por la ciudadanía.
Sabemos que somos los últimos, que probablemente la suerte está echada, pero lo que nos preocupa verdaderamente es no poder transmitir la fuerza, el empuje y la ilusión de unos maestros que nos enseñaron a nosotros y a toda la ciudadanía lo mejor de ellos mismos, mientras ahora comenzamos a vivir de recuerdos que no podremos trasladar a nadie. Con el tiempo se sabrá de qué hablo. Recordemos que siempre se echa en falta aquello que ya no tenemos y disfrutamos. Sepan que estamos en la trinchera. Aún no es tarde.
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