Créeme, amor,
cuando te digo
que eres mi vida,
que no me sentiré derrotado
mientras estés ahí,
en ese camino compartido
que se hace afluente
y río de necesidades
más que sacíadas.
Piensa, amor,
en el trayecto consentido
que nos aboca
a la emoción sincera,
única, real, perfecta.
Intenta, cariño,
ser esa salvación soñada
durante lustros,
y que ahora llega
en forma de colchón indeleble.
Tengo suerte, por fin,
al poseer la razón,
el puro criterio, la destreza,
la emoción genuina,
y mucho más
que te contaré otro día,
entre almohadas y algodones,
los dos juntos, susurrando,
callando, invitándonos
a tener y tomar
los dos de los dos,
hasta el final infinito
de nuestro firmamento.
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