Estamos a punto de acabar el año académico, y, aunque no soy dado a regalar consejos, quizá porque no me creo en posesión de ninguna verdad (con el paso de los años lo tengo más claro), sí me gustaría acercar un poco de luz sencilla en torno a lo que considero básico en la formación personal y profesional de todos, incluyendo, claro, a quién les escribe esto.
Lo primero que me gusta destacar es básico. Recordando a Ryszard Kapuscinski, subrayemos que debemos ser y comportarnos lo mejor que podamos, teniendo a los universales éticos como referencia. Defiendo, sobre todo, el mantener actitudes solidarias, el compartir todo, el desarrollo de la empatía, el fomento de la ayuda a los demás, el ser positivos, el adecuarnos a lo que sea más equilibrado y ponderado.
Actuemos, pues, baremando todo lo que podamos, con justo sosiego. Consultemos varias fuentes, digamos, con la mejor de las intenciones, lo que sucede, y pongamos en marcha un buen sentido de la orientación desde nos dispongamos a abrir la mente y a considerar al resto de conciudadanos y conciudadanas como iguales, porque lo son: no lo olvidemos.
Pensemos que cada cual tiene su verdad, que podemos aprender incluso del que, a priori, menos conoce. La vida es un viaje hacia la experiencia en la mejor de las perspectivas. Lo ideal es que tratemos de ir enmendando los equívocos o los frenazos que se vayan produciendo.
Procuremos, cada jornada, aprovechar, desde el mismo amanecer, para realizar el bien, para mejorar nuestra cultura y nuestro intelecto y para subirnos al carro del progreso bien entendido, en compañía de los demás (insisto en ello), fundamentalmente de quienes menos tienen.
Los corazones han de ir abiertos de par en par, inclinados hacia el infinito, prestos a contemplar la luz de los convecinos/as. No hay nada más sencillamente útil para nuestro bienestar, para el cultivo de lo que nos rodea, que generar paz, sosiego, tranquilidad y una base coherente y fuerte para edificar, desde el cariño, el aprecio y hasta el amor, un engranaje fuerte y fortalecido.
El corazón a la escucha, el no dejarnos condicionar por aspectos estériles y baldíos, el seguir adelante ante la adversidad y frente al fracaso, son armas que, junto al coraje, nos invitan y permiten llegar un poco más allá. Sabemos que hace más el que quiere que el que puede: siempre es de esta guisa. Dejemos paso a la voluntad.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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