Es algo que se puede constatar, que es palpable a todos los efectos: se está produciendo una cierta perversión en los medios de comunicación social generalistas, que buscan llegar cada vez a más gente, a menudo como sea, y esto se ha convertido, por desgracia, en algunos de ellos al menos, en su exclusiva prioridad. No ha de ser, pensamos, la única. Esto es lo que defendemos. Conviene repetirlo, aunque, para ciertos expertos, sea insistir en lo obvio. Observamos que los medios de comunicación que basan sus objetivos en las masas, en la persecución de un número ingente y amplio de gente, tratan de conquistar cuanta más audiencia, mejor.
Por eso vamos a defender, desde la Plataforma que integramos asociaciones preocupadas por la situación de las víctimas y entidades del mundo de la comunicación, la necesidad de poner en común todas las circunstancias y la problemática de los medios informativos, así como sus objetivos, sus efectos, sus ventajas e inconvenientes, con el fin de llegar al aconsejable equilibrio en las programaciones y en las diversas ofertas de contenidos. Es ideal, lo sería, que el balance de su actuación no se vaya o escore hacia ningún lado en especial. Los excesos nunca son buenos, no lo son, al menos con carácter general.
Sobre los sucesos, sobre la violencia, sobre un entorno conflictivo, quizá cada vez más, conviene aprender a informar. La labor comunicativa es tan crucial que no podemos dejar al albur de las circunstancias más o menos indómitas lo que pueda suceder, pues ya vemos lo que ocurre. Prevalecen, sin duda, los números en forma de audiencias o de insertos publicitarios por encima de otras consideraciones. Lamentablemente es así. Conviene que entre todos vayamos sumando para conseguir esa mejora que redundará en un beneficio societario.
Sería conveniente mirar lentamente, pero sin pausa, la experiencia actual de las empresas periodísticas y dar con una serie de hábitos responsables en las ofertas mediáticas, con el afán y el deseo de que las audiencias conozcan lo que les conviene a la vez que han de poder elegir entre una variada oferta en el reconocimiento de que la pluralidad de opciones sea una realidad y no una quimera.
Vemos, actualmente, los efectos de este comportamiento mediático en modas, en modelos a seguir, en ese mimetismo de los cánones que triunfan en una sociedad o en una parte de ella. La labor de influencia, en lo bueno y en lo malo, es enorme. Por ello hemos de ser cautelosos a la hora de ofertar episodios violentos, sucesos en general o aspectos más o menos amarillistas o truculentos. No dan una ventaja real a la audiencia: si acaso, la consiguen con un carácter inmediato, pero poco más. A menudo practicamos una política de tierra quemada que no ha de coincidir (ése debería ser el propósito) en tantos parámetros mal encarados como observamos.
Todos nos debemos implicar
Todos nos hemos de implicar en esta situación, en la cobertura de accidentes, de la violencia en general, de los sucesos, del fenómeno de la muerte como elemento y situación consustancial que nos acompaña en la propia vida. Nos hemos de involucrar para que las coberturas informativas apunten a una mayor dignidad, para que no frenemos la humanidad que portamos en nuestro interior, para que no la torturemos, sino para que, más bien, nos edifiquemos como personas, que lo somos, que debemos serlo. Además, hemos de pensar en las víctimas en el día después, en cómo se encuentran tras superar o no el trago ardiente de la violencia. No nos quedemos con la superficie y con lo inmediato, que hace mucho daño. Hemos de refrescar las mejores dotes del Periodismo para arrimarnos a coyunturas menos estériles y más solidarias y sensibles.
El Observatorio que estamos construyendo es óptimo, porque podemos hacer un seguimiento de lo que ocurre. Asimismo, hay que firmar convenios con las Universidades, con los gabinetes de estudio, con las propias asociaciones que aglutinan a las diversas víctimas de la violencia, a los mismos medios de comunicación, así como a las empresas y a sus profesionales, incluyendo a aquellas entidades que velan por una cierta deontología y ética en el oficio, en la tarea diaria de informar y de comunicar.
Los medios tecnológicos nos han de abrigar a la hora de compartir experiencias, opiniones y hasta denuncias en torno al tratamiento de la violencia en las entidades periodísticas. Hemos de utilizarlos para ganar tiempo y para poder compartir mucho más y mejor lo que sabemos y lo que conocemos. Muchas situaciones o actuaciones que antes tardarían en conocerse años, o que quizá no se conocerían nunca, ahora se aprenden en minutos, horas, o en no mucho más que algunos días. Somos por ello unos afortunados que hemos de poner en práctica lo que es y lo que existe desde la perspectiva de abonar un campo, el del respecto y la tolerancia, el del conocimiento mutuo, sobre todo de aquellos que padecen, desde la convicción de un beneficio tan extenso como compartido. Todos podemos ser víctimas de la violencia, y, en este sentido, todos debemos reclamar un trato no discriminatorio y de equilibrio y respetabilidad. Podemos.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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