Mirar y entender: son dos máximas con las que hemos de organizar nuestras vidas. Funciona. Utilizo tu óptica, y veo lo mejor del universo, de la Humanidad, de la que logro aprender grandes gestos e intenciones. Puntualizo. Hoy aprendo de ti, casi como ayer, presto a tus decisiones, a las complicidades de tus gestos, que hago míos en la espera y con la esperanza de seguir la estela de tus pasos, de tus opiniones, de la experiencia que has decidido compartir conmigo. Surcaremos océanos en cuanto tú lo digas, sin aguardar más. Hay que arriesgar con el compromiso de consolidar lo que hemos visto a través del diálogo y de la negociación.
Los seres humanos nos cargamos de conocimientos que a menudo son básicos para proseguir con altura de miras, con buenas actitudes, con parsimonia y con las suficientes ganas para mejorar en lo que sucede, en lo que tiene valor para nosotros. Convencernos a través de la terminología y de la experiencia de los otros contribuye a un grado y a un asomo de felicidad al que tenemos derecho.
Considerar desde distintos ámbitos, desde ópticas diferentes, nos da un tanto de movilidad y unas ganas de avanzar que nos invitarán a proseguir por la senda en la que todos seremos más grandes y mejores. Gestionar comunicación es anular escollos y comprender necesidades internas con las que hemos de apaciguar las externas.
Prefiero el equilibrio a otro tipo de intereses. Es un punto de partida. Con la moderación, con la templanza, somos capaces de llegar a ese punto donde la dicha es la referencia con la que convivir y con la que expandir los buenos deseos, que tan idóneamente nos pueden hacer sentir. Comprender a los otros es tener en cuenta su bagaje, sus esfuerzos, sus presencias, sus posturas, sus sentidos de humor y de otro género, etc.
Mirar al otro es vernos en un espejo de cordura con el que amasar un buen estado de ánimo, con el que comunicamos espléndidamente. Vivir es ser, y ser es entender que hemos de reposar y platicar con los demás. Nos miramos en los otros, con los que hemos de convenir en lo básico, en lo que nos ha de permitir comulgar con ruedas de convenciones nada diluidas. Vertebremos, pues, los niveles racionales y afectivos, y seguro que daremos con una evolución loable. El chequeo de cualquier actuación comunicativa se tercia inequívocamente una base para construir el edificio del entendimiento. Traslademos intentos con unas fórmulas mágicamente comunicativas. Nos comprenderemos finamente, estupendamente, bien, como debemos. El espejo está ahí para que nos contemplemos, para que nos sepamos ver.
Juan Tomás Frutos.
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