Las circunstancias definen y perfilan todas las iniciativas y actuaciones de nuestra vida diaria. En la comunicación es básico que amoldemos todos los elementos y recursos que tienen que ver y que intervienen en ella. En los aparatos de televisión más antiguos, aquellos de los años 50, 60 y puede que hasta de principios de los 70, había una manivela que ponía en su parte inferior: “ajuste fino”. Era, precisamente, para corregir un poco una señal audiovisual que no siempre llegaba en las condiciones apetecibles y/o deseables.
Me sirve este preámbulo para hablar sobre los ajustes de la comunicación, que ha de estar en un perenne chequeo, en el compromiso de conocer qué es lo que se dice, con qué motivaciones, cómo, por qué, desde dónde, hacia qué conclusiones y/o oportunidades, etc.
La comunicación es un proceso tan expansivo, aunque se trate a veces, muchas, de procesos locales o minimalistas, que hemos de aplicar actuaciones de comprobación en torno a cuáles son las intenciones con las cuales nos queremos mover.
La vida es el directo, según nos recordaba una canción, y en ese directo nos hemos de mover hacia ese horizonte donde podamos aprender todos de todos con el afán de conseguir una cultura compartida, consensuada, mestiza, con lo mejor de cada cual, respetando las minorías, así como los anhelos de quienes conforman la sociedad, que, repetimos, somos todos.
La comunicación es ese proceso que se da entre emisores y receptores, a través de uno o varios canales, con unos determinados códigos lingüísticos, teniendo en cuenta el contexto, buscando la significación del lenguaje gestual y de la proxémica, aspirando a un mensaje claro, cercano, explícito, breve en sus planteamientos para que sea asumible por todas las partes, y siempre con el propósito de generar una pro-actividad, esto es, una retroalimentación, un efecto, unas consecuencias, etc.
Cuando algunos sentimientos o algunas ideas no estén lo suficientemente desmenuzadas, hemos de recurrir a la redundancia, a la vuelta a la explicación, con el objetivo de que se produzca un procedimiento pleno, brillante, de ida y de vuelta, enriquecedor, por lo tanto.
Busquemos, por lo tanto, el contacto, escuchando, cediendo para que el otro (o los otros, o las otras) nos vean como aliados. El proceso más maravilloso que vive el ser humano es la conexión con los demás. Es cuestión de mejorarlo, de vivirlo, de protagonizarlo con pasión y con mucho positivismo. Ya saben: hablamos de intercomunicaciones, de engarzar en el ámbito de la comunicación. Pensemos en las circunstancias que rodean todo este proceso.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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