La profesión de periodista es uno de los soportes de cualquier sociedad democrática y en evolución. La apuesta de este escrito es a favor del quehacer que considero más maravilloso y gratificante. Damos un poco de contexto. La existencia humana es un viaje lleno de hitos y de eventos más o menos importantes que hemos de tratar de optimizar desde la experiencia y la mejor de las intenciones. Nos fijamos ahora en la comunicación y, concretamente, en el ámbito periodístico. Celebramos este 24 de Enero el patrón de los periodistas, San Francisco de Sales. Parece ser que se trató de un santo que trasladó la palabra de Dios utilizando lo que entonces se denominaban avisos o volantes con los que daba la buena nueva de su fe. Fue, en este sentido, práctico, al usar medios mucho más visibles y populares que los libros que, entonces, estaban en manos de una reducida minoría.
Esta efeméride es una ocasión perfecta para felicitar a los compañeros y compañeras y para alentarles en el ejercicio de una profesión que, como dice el maestro colombiano Gabriel García Márquez, es “la más hermosa del mundo”. Lo es, claro que sí, a pesar de la complejidad de un universo que gira demasiado deprisa y que se entretiene en el “corto-plazo” para buscar soluciones que seguro que han de mirar más allá, a un futuro tan señero como necesitado por todos/as.
Los problemas de la profesión son conocidos, pero no por ello debemos dejar de enumerarlos: precariedad laboral, bajos salarios, intrusismo, reducciones de plantillas, crisis económica, necesidades formativas, falta de tiempo en algunas ocasiones para hacer la labor bien, etc. No son excusas: son explicaciones de lo que sucede, que nos han de motivar para ir buscando sendas que nos conjuguen a todos, a empresarios, a directivos, a Administraciones Públicas, a los profesionales, a las entidades que los representan, etc. en el afán y en el deseo de ir mejorando lo que hacemos y cómo lo realizamos.
También es preciso que incidamos en puntos como el siguiente: el último informe sobre la situación periodística que ha realizado el profesor Pedro Farias para la Asociación de la Prensa de Madrid nos dice que nada ha hecho tanto daño a la profesión como la mala prensa del corazón, esto es, ésa que no consulta fuentes y que conculca conscientemente derechos fundamentales de las personas como son el derecho a la dignidad y al decoro en la imagen, por poner unos ejemplos. Frente a ello debemos hablar y decir que todas las prácticas comunicativas no son periodísticas.
La solución, sin duda, está en la concordia, en esa unión que hace la fuerza, en esas puestas en común que nos subrayan que los foros han de ser los ejes sobre los que construyamos las salidas y posibles soluciones a los problemas que hay planteados. Juntos podemos. Seguro. En esto hemos de predicar con esfuerzo, con voluntad y utilizando nuestro instrumento básico: la comunicación misma. No es posible que no hagamos del diálogo la base de nuestro futuro, que pasa por poner sobre la mesa esos puntos intermedios (la autorregulación es uno de ellos) con los que podemos ir corrigiendo esa visibilidad deteriorada de la profesión. Recordemos que, cuando preguntamos a la ciudadanía, este oficio no suele salir bien parado en la ponderación.
No debemos tener prisa, pero tampoco debemos demorarnos a la hora de asumir el desafío de afrontar los problemas profesionales. Como dijo el propio patrón, San Francisco de Sales, “lo que se hace con precipitación nunca se hace bien; obrar siempre con tranquilidad y calma”. Ése puede ser el consejo, la recomendación que nos hemos de dar entre todos. La crisis actual no deja de ser una puesta en cuestión de la situación conocida hasta ahora. Seguro que, en esos vaivenes, hallamos el tren para partir hacia otra realidad mucho mejor. Claro que para ello hemos de apuntar una cierta valentía. Ese periplo está lleno de hermosura y de buen hacer. No faltemos a la cita. La profesión más linda del mundo nos aguarda con mucha fe. La formulación de este oficio ha de recabar un panorama con todos los sectores involucrados e interesados en él.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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