lunes, 25 de enero de 2010

Los senderos de la comunicación

Hay muchas vías por las que podemos circular en muchas esferas vitales, y, por supuesto, más aún cuando hablamos de procesos comunicativos, que hemos de imaginar y defender abiertos. La fe mueve montañas, y probablemente todo lo demás. Hablamos de esa fe que supone convicción, buenas finalidades, propósitos que van más allá de una religión determinada. Nos referimos a la fe que es igual a confianza. Hay un futuro en la comunicación que nos determina para ser felices en la noche y puede que también en el día. No sabemos qué hacer en algunas ocasiones, pero debemos afrontar los retos con la máxima convicción. Nos hemos rodear de las mejores vibraciones, que nos deben proteger y arropar para lo que sea menester, en el aire de los albores de un nuevo día, que nos hace entender de todo, y puede que casi de nada, desde la fe en el presente y, sobre todo, en el porvenir. De vez en cuando caemos en esa sima que nos hace vivir el anochecer que nos regala la palabra con la quietud de quienes vuelven con la novedad más incierta. La superamos gracias a la comunicación, que ha de imponer el criterio del aprendizaje conjunto.

Hemos de estar en ese tono que nos ha de mitigar cualquier dolor, que surcará los efectos de unos rayos no contemplados desde el éxito fungible. Puede que lo mejor sea advertir nuevos propósitos en el afán de abandonar los instantes de otras batallas no escritas. Caminemos desde el máximo pacifismo buscando luchas y entregas que nos han de dar las salidas más correctas. Nos hemos de tener para lo que sea preciso, aunque sea para conservar la confianza, que no es poco. Busquemos las insistentes solvencias en las que nos hemos de mover todos, o casi todos.

El futuro es comunicación, es la comunicación, es lo que es, y seguirá siéndolo desde el objetivo loable de compartir a base de sensaciones nuevas, flamantes, buscadas en un eterno buceo a las esencias desde las cuales compartir con alegrías medio iniciadas, o absolutamente reales. Estaremos en ese bullicio, prestos a lo que suceda. La vida no nos ha de ahorrar consultas. Pensemos en hablar siempre que sea posible. La astucia ha de caminar por los senderos más lindos. Nos tenemos. Eso nos ha de regalar fuerza. La claridad nos ha de colmar de dichas. Seamos una y otra vez.

Añoremos los momentos de dicha, fundamentalmente aquellos que hemos sido capaces de compartir. Miremos a lo alto y digamos que las verdades son, que han de ser, que con ellas seremos, siempre seremos. Es una bendición el poder dialogar y compartir lo que pensamos, lo que hacemos, lo que nos proponemos realizar. Lo abstracto se traduce en amistad, en buenos ratos, o hemos de contribuir a ello. Somos en la voluntad que todo lo señala. Hemos de converger en las necesidades que nos hacen a todos humanos, porque lo somos en las mismas indicaciones de la Naturaleza.

Nos debemos permitir sensaciones de las cuales ir escudriñando nuevos anhelos y mejores caricias hacia la voluntad de ser y de estar con las inquietudes de lo que tiene algo de sentido. No todo es saber. La vida es un tránsito hacia muchas partes, y en ese caminar todos hemos de aprender con humildad y con perspectiva de futuro, que lo tendremos juntos, si sabemos estar en el tono de las cosas. Hemos sido, y más que seremos, desde el convencimiento de que, cuando hablamos, no sólo damos, sino que también recibimos. Hay futuro, todo el que precisamos para ser felices, que es la más legítima de las aspiraciones. Intentemos ir por él. La confianza en la comunicación nos reportará una alegría impagable con la que abundaremos en más bienestar. Seguro. Las sendas y opciones comunicativas aguardan sin complejos por un campo abierto y más que abonado.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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