Las habilidades que tengamos las hemos de optimizar. Sentemos la base catedralicia a través de los consentimientos en los procesos de intercambios informativos. Pongamos el punto que hemos de seguir en función de las estrellas que nos sirven de referencia: la comunicación es una. Somos en la distancia. Sopesemos. Tengamos en cuenta lo que nos rodea y saquemos conclusiones bondadosas. Hemos de hablar con nosotros mismos y obtener algunas conclusiones con las que modificar los días. Nos debemos agasajar. Contemplemos las emociones dotándolas de contenidos.
No abundemos en las prisas. Digamos de lo que somos capaces en la aventura de una vida normalizada. Hemos quedado con algunas heridas. Nos equilibramos con voluntades que hemos de calificar como si fueran las más flamantes de cuantas nos rodean. Vayamos pronto donde la comunicación brilla.
Secuenciemos las alturas que nos miran con registros diversos. Estamos en ese punto idealista. De él vendrán cosas muy interesantes. La docencia hay que ejercerla cada día. Las presencias nos han de complementar todo aquello que nos complace. Hemos gustado de lo bueno. Lo mejor continúa de algún modo. No paremos ahora que todo se dispone con gracia.
Hagamos caso a lo que nos devuelve la contemplación con reflexiones aproximadas. No hemos dado con las claves hasta este momento, pero estamos seguros de hallarnos cerca de las peticiones de un tiempo cegado por las maravillas más inciertas. No nos obsesionemos. Las fidelidades nos otorgarán la salida de misterios que hemos de enseñar a los más amigos, que siguen ahí, o deben.
Sentamos una cátedra que nos propone asumir los consentimientos más arduos. Nos dejamos en ese lado donde no recogemos prácticamente nada. Ahora es el momento del balance. Nos hemos diseñado para no fracasar. Si ocurre, no pasa nada. Hemos de utilizar la costumbre como cimiento de todo lo que nos regala algo de sentido. Nos divisamos desde hace años.
Hemos descifrado deseos que preferimos no contar. Nos podremos quedar en evidencia, y eso no gusta. El miedo al ridículo nos atenaza en exceso. Nos hemos de ir a dormir. Lograremos, mediante el descanso, que las circunstancias sean divisadas de otra guisa. Nos hemos propuesto amistades que nos sacan del peligro de antaño.
Nos hemos impuesto una gracia con sus dones menos conocidos. Hemos averiguado los instantes que son, y son mientras están. Nos hemos puesto a practicar con un miedo que nos nubla la vista con sus torpezas, que hemos de optimizar con el transcurrir de una etapa nueva. Una vez podamos nos demostraremos que hemos obtenido docencia de lo que nos ha regalado el azar.
Los momentos grandilocuentes nos hacen, de nuevo, perfeccionar las garantías de otras desganas que nos previenen con sus presentes y futuros. Iremos a ver lo que ocurre. De algún modo nos hemos conocido. Las impaciencias no suelen dar buenas cosechas. Cuando las den hemos de ser capaces de optimizarlas.
No debemos consentir las distracciones que nos prefieren con normas que se cumplen según el momento. Todo es relativo, como solemos reiterar. Las tecnologías son buenas, pero no son lo único para salir adelante. Hace falta tesón y buenas venturas. Gestemos soluciones a los inconvenientes que puedan salpicar las mesas donde nos sentamos. Todo saldrá bien a poco que nos lo propongamos. Luce en el horizonte esa comunicación que nos ha de brindar muchas posibilidades. Depende de nosotros. El consentimiento ya lo ponemos. Sin duda, obtendremos interesantes objetivos.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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