La mesura, como solemos señalar, es una de las más provechosas virtudes. Con algunas excepciones hemos de procurar utilizarla como base de comportamiento. Pensemos en un universo de ilusiones, de hermosas fantasías con las que coexistir. Ahí mismo podemos colocar las apasionadas comunicaciones, las que buscan conocer a través de los sentimientos. Mostramos las comunicaciones especiales que parecen tener algo de sentido, y apuntamos todo que lo poseemos con una grandilocuente marcha que nos lleva donde la verdad glosa bien alto. Nos hemos comentado, nos hemos dicho, nos hemos puesto a amasar la victoria con una reclamación que nos ha de gestar una voluntad manifiesta, clara, huidiza, única. El diálogo nos presenta el consenso como la mejor vía. No nos asustemos: el conocimiento regala el fruto de la libertad.
Nos hemos de mirar con ese apunte que nos ha de proponer mejoras hasta llegar a la sinceridad que será vencimiento en otro extremo. Hemos aclamado a quienes nos dicen las verdades de ciertos barqueros. Estamos en ese tono que nos previene. Los dictámenes nos han de organizar con unos reglamentos un tanto gratos, sensatos, perseguibles con las sorpresas que nos traen la mejor guinda. Hemos de plantearnos todo cuanto hemos de realizar en una nueva escenografía. Iremos a improvisar las sensaciones que serán secuencias radiantes.
La vida nos incluye en pacientes aprendizajes de los que hemos de extraer las versiones más elocuentes. Expongamos algunos pensamientos y digamos que somos capaces porque lo seremos. Volvamos por ese camino por el que aprenderemos a ser entre querencias reiteradas. Hablemos de algún modo. Los instantes nos incluirán en sitios de gran ternura.
Hemos de apuntar hacia la amistad más manifiesta con una preferencia de noches y de lunas nuevas. Hagamos más o menos lo que nos reclame el corazón, que ha de ser el faro que nos subraye parte del itinerario por el que debemos andar. Procuremos el bien en todo momento, y en todo momento hemos de exprimir ese limón con el que gozar en la portada de una noche ideal. No dejemos que las cosas nos cambien. Los buenos propósitos han de dar buenas caricias que calmen el dolor. Hagamos del todo como fin la mejor postura integradora.
Avistemos las conclusiones que han de derivar en resúmenes con soluciones que han de ser claves en nuestras vidas. Dialoguemos sobre ello con la máxima exactitud, y seamos en términos relativos. No paremos ese movimiento que nos podrá impulsar hacia el lado más variopinto. Nos hemos de aclarar sin finalizar las consumiciones de pacientes entregas a los mejores postores. No caigamos en la desilusión.
Preñemos las condiciones que nos circundan con razones y registros poderosos, facturados a mano, consumidos en ese atardecer que nos ha de proponer gestiones de ansias fascinantes donde la comunicación, como decimos, será el compendio mayor de nuestro particular reino. Allí podremos encontrar cordura y también mucho amor. Las dos apuestas juegan a caballos ganadores, sí, para todos. Repitamos que la comunicación requiere un aprendizaje paciente, con la virtud, insistimos, del término medio.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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