La voluntad y los buenos propósitos son el punto de partida de toda relación comunicativa. Los fines están ahí. Hemos de pensarlos, de estudiarlos, de desmenuzarlos, de vivirlos y con la mejor intención informativa. Vuelan los deseos de una comunicación fluida, y somos en los destellos de estrellas ubicadas al azar. Nos hemos de fortalecer con las influencias de unos conocimientos que no han de estar cerrados. Hagamos caso al corazón, que siempre es bueno si lo sabemos descifrar con oportunidad y mesura. Hemos de asegurar los procesos con las medidas más serenas. Los hacedores del bien siempre nos devuelven premisas de sugerentes pensamientos. Nos radicamos entre expresiones de lindezas relativas y supletorias de lo que deseamos realizar.
Nos enfrentamos con nosotros mismos, y con nosotros mismos nos unimos a las pasiones que nos proponen quedarnos un poco más allá con géneros y dudas que apuestan por nuevos reinos, que no han de tener fronteras. Apaguemos las llamas de las ignorancias y seamos consecuentes con todo lo que sucede alrededor, que nos ha de servir de guía permanente. No ahoguemos las penas. Seamos entre corduras y suposiciones. Las señeras posibilidades han de crecer con vehemencia contenida. Las molduras han de casar con las expectativas, que nos han de nutrir sin esfuerzo.
Hagamos caso a cuanto llevamos en el interior, que se ha de referenciar con las presencias que son gustos en el vacío. Seamos felices en el recorrido de una versión cansada. La vida se compone de muchas deferencias. El pasado tiene las suyas, y también proyectamos muchas hacia el futuro, pero de lo que se trata es de vivirlas en el presente con sus pros y con sus posiciones contrarias. La experiencia ha de ser el grado máximo. Nos debemos hacer mucho caso. Nos hemos de suponer con gracia.
Debemos sugerir que las señales tengan su identidad. Nos hemos de adherir a los empeños más logrados, a los que se conforman con unas versiones de elementos sencillos y compartidos. La participación es una dinámica que se ha de interpretar con un valor añadido. Nos hemos de posicionar con altura de miras y sin complejos. Acurruquemos las dudas que nos vienen sin método y sin reciclaje. Resumamos objetivos con unos argumentos que han de servir en la medida que podamos. Nos recordemos algunas caricias que dimos o puede que hasta soñáramos. Nos hemos aconsejado estar de nuevo. Eso haremos.
Las pretensiones de años distintos, alejados de manos inertes, nos recuerdan que en las comunicaciones yace todo. Lo más es más cuando miramos con un planteamiento subjetivo y ampliador de conciencias. Lo nuestro ha de ser de todos, lo cual es una manera de que perviva, pese a todo también. Los recuerdos nos ofrecen sensaciones que son superaciones de vibraciones y de creencias simpáticas, que hemos de promover con buenas intenciones, con sensibilidad y con mucha fe y confianza. Procuremos que no nos falte lo más elemental, que es la amistad, aunque a veces todo lo complicamos demasiado en ese proceso que llamamos comunicación. Intentemos que sus pretensiones lleguen en la mejor forma. Ello repercutirá en todos. Para que quede aún más claro digamos que abogamos por la eterna amistad comunicativa. Es posible.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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