miércoles, 25 de agosto de 2010

Peldaños comunicativos

La escalera de la comunicación ha de ser subida cada día y en la medida de lo posible. No nos cansemos, al menos, de intentarlo. La dicha es el mejor regalo que nos pueden dar o que podemos compartir con los demás. Vivimos el prólogo de una vida que se ha de sustentar en la misma trayectoria con su evolución y todo. Tentamos, una y otra vez, la suerte con más suerte aún, y vivimos en la requisitoria que busca espacios para contrastar lo que ocurre por unos lugares de sentimientos vencidos de antemano. Nos hemos consultado las apariencias con sus glorias más recias, y en adelante daremos con las travesías de indicadores más tardíos. Nos hemos superado, y eso quiere decir que tenemos propuestas de generaciones espontáneas para continuar con lo mejor, o con lo que nos parece que lo es.

No hagamos caso a cuanto nos viene dado con unas panorámicas de divertimentos en el más puro estilo del vacío existencial, que nos ha de confrontar con las ideas de antaño en la búsqueda ornamental de cuanto nos viene ofrecido con aficiones y gustos complejos. Saquemos intereses de donde pensamos que no los había. Entremos en esa considerada visión que nos ha de hacer escapar de cuanto nos sucede en negativo para adentrarnos en un buen número de sueños por experimentar. Sobrellevemos las caídas y aprendamos de ellas.

Las seguridades nos han de expresar los requisitos más sombríos con esos planteamientos de gracias que nos han de ayudar en todo cuanto hagamos. Poco a poco las ideas irán triunfando entre todos, y eso será señal de consejos que nos portarán muy comprometidos con lo que nos gusta y complace en el tono y en el mismo deseo. Las heridas de años que ya se consideran atrasados deben ser adecuaciones a las realidades más interesantes, que hemos de defender. Aprendamos, y para ello comuniquemos.

Las premisas de las viejas guardias nos han de conducir por sendas de buenas y queridas pasiones, que han de alimentar lo mejor de nosotros mismos para que se incrementen los niveles de bienestar a través de la propia comunicación de flujos experimentados y secuenciados en tiempo y forma. Hagamos caso con honor, con empatía, con todo lo que nos merece la pena. La vida es templanza y consideración de los triunfos como relativos porque lo son.

Insistamos con el corazón en la mano en todo lo que nos puede otorgar beneficios simpáticos y entrañables con los que socorrer cuanto será expresión de amor y de amistad. No paremos en esas iniciativas que nos han de regalar felicidad con grandes dosis de fortunas. Sigamos, siempre sigamos, y no nos cansemos: no nos cansemos nunca. Comuniquemos esa dicha sin pausa. Poco a poco, y también sin prisa, nos iremos dando otros semblantes. Subamos cada día un peldaño en esa escala de valores que hemos de sustentar.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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