Todo ha de servirnos de referente en cuestiones comunicativas. Combinemos conocimiento, exposición, pro-actividad, reflejos, consideraciones, contextos y azar, mucho azar. Repasemos los parámetros que nos pueden hacer fuertes y seamos en la sensatez que nos pone palabras quietas y de largo alcance. Medimos esas palabras que nos han de transportar hacia el equilibrio de unas cuentas que nos deben presentar las mejores templanzas como axioma de una vida que nos hará eternos. Procuremos que las actitudes sean salubres.
Nos hemos de mantener con una gracia que nos infundirá todo el respeto que precisamos para dar con las claves más autóctonas. Nos hemos confundido en las reglas, pero, poco a poco, iremos aprendiendo. No tengamos prisa.
Las fortunas nos han de poner en ese trance que nos dictará las calladas respuestas como síntomas de todo cuanto está por acaecer. Nos hemos de contemplar con luces en los rostros. No hagamos caso únicamente a los objetivos superficiales.
Nos hemos de poner en la bruma de unos detalles que nos han de alcanzar con las ocupaciones más hermosas. No pongamos curtidas apariencias en los lugares de destilaciones en proceso. Vayamos hacia delante.
Ocupemos esos espacios que nos han de complacer con unas reparaciones de esos tiempos que nos dijeron por dónde ir. No quedemos en un punto trasero cuando hemos de hacer tanto por esos caminos de la eternidad en los cuales confiamos para nuestra estima, base de la comunicación que vamos a sostener.
Movamos las fichas que nos permiten entender el juego. Seamos capaces de conseguir que todo vaya un tanto mejor. Será. Convenzamos a nuestros espíritus contando lo que sucede. La comunicación está llena de sensaciones que hemos de poder alimentar con mesura y fortuna. La una y la otra, en justas medidas, nos han de abocar a las razones para vivir felizmente.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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