Reconozcamos lo que nos sucede, lo que nos llega por doquier. Todo ha de ser por la amistad, por el llevarse bien con las buenas gentes. Cada día miramos ese mundo de sensaciones que son los medios y que constituyen lo periodístico. No nos fuguemos de las razones que nos ponen en esos preámbulos que nos complacen con gustos de todo tipo. Aprendamos a existir con la paz que nos transfieren quienes vienen con reconocimientos que consideramos desconocidos pero que, poco a poco, nos gustarán de algún modo.
Rescatamos y refrescamos los intereses que fueron modelos en los insertos de unas vidas que nos han de traspasar las almas. No hemos negado evidencias ahora que todo viene con las razones más ciertas. Hagamos caso a los corazones con los sentimientos más profundos. Nos hemos de sentir parte de los testimonios de quienes cargan las tintas más bonitas.
Nos deleita todo con un placer que nos ha de endulzar la vida con un trasiego sensato. Pidamos ese momento que nos ha de confabular con el mundo. El aprendizaje tiene muchos momentos, y con ellos hemos de estar desde el inicio hasta el final, que hemos de fecundar con ilusiones variadas.
Hagamos caso a ese tono que nos ha de enfrascar en la memoria más cierta, en las señales de un amor con gustos supremos. Visitemos espacios en los que nos hallemos a nosotros mismos con parejas de enormes linajes. No descubramos todo en la misma nada que nos ha de inundar de preferencias medio comprensibles. Tapemos los anhelos con unas voluntades más que aprendidas desde el lado mismo del corazón de antaño.
Contemplemos todo cuanto tiene un sentido estricto desde la naturalidad de lo mismo de ayer. Sintamos lo más profundo con una cautela de ánimos preconcebidos y consultados desde la amistad que nos ha de unir del todo, porque sí. Miremos más allá: algo podemos ver. Reconozcamos la necesidad que tenemos de afectos, de dar con ellos, de vivirlos en comunicación.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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