Es sencillo felicitar en nombre del amor. Con su
denominación se ha efectuado de todo: bueno, regular y no tan óptimo. Lo
deseable, no obstante, es que el cariño sea verdadero, que lo sintamos, que lo
experimentemos, que nos transforme en positivo.
Mi meta es que amemos, que nos mejoremos, que nos
presentemos cómplices del destino, que nos hallemos interiormente, y que
sepamos que, por encima de todo, está el ser humano, que ha de medir los
derroteros cotidianos.
Hoy, dicen, es el Día del Amor. Yo deseo que cada
instante de nuestras vidas estemos enamorados al completo y de cuantos más
mejor: de nosotros mismos, del trabajo, fomentando la salud, persiguiendo que
tengamos, todos/as, lo mínimo para la dignidad personal y societaria, y dando,
en paralelo, con esas caricias que nos procuran la dicha mesurada y también
altiva.
Mi anhelo es que jamás nos falte el amor. Mi consejo
es que lo abonemos sin esperar nada a cambio. ¡Buen día!
Juan
Tomás Frutos.
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