Besamos el día
sintiendo los labios
del deseo
con un compromiso
más que existencial
y generoso.
Besamos
el momento y el espacio
con un montón de conocimientos
que nos vienen
de la subjetividad del amor
que nos consuela y potencia.
Hemos resaltado
los hechos más necesarios
con unas previsiones
cuantiosas y especiales.
La virtud esencial
reside en el cariño:
de ahí que nos demos
tantos besos.
Juan T.
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