Respiro
hondo.
Estoy
en mi ser,
en
mi tierra, contigo,
pensándote,
experimentándote,
y
siguiendo esa estela
que
me premia
en
la espera,
que
es pausada, querida, soberbia.
Creo,
vuelvo a creer,
componiendo
una visión
que
me lleva a reír
de
nuevo, otra vez, por siempre,
en
un juego que me expone
y me
ve como soy,
en
mi territorio, internamente.
Está
el cielo, mi cielo,
una
parte, sí;
se
hallan los elementos
de
un deseo fugaz y eterno
como
la vida misma,
que
se acomoda en el hueco
de
mi corazón.
Experimento
la canción
con
la que sueño en la realidad.
Escucho
y es
en
la misión que nos sobrelleva
por
unos segundos que nos aprueban
con
anhelos compartidos
Es
verdad que a veces,
en
momentos de felicidad fungible,
leve,
desbordante,
nos
olvidamos
de
lo que es verdadero y valioso,
pero
eso no resta que lo sea.
Hay
millones de motivos de alabanza:
unos
los digo y otros los callo,
mas,
en todo caso, me arrodillo
y te
beso
porque
todo lo que me proporcionas,
lo
que me hace percibirme estelar,
entre
entusiasmos atrayentes,
es
sagrado.
Juan Tomás Frutos.
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