El
paseo junto al mar
es
esa gloria
convertida
en don
en
un día de descanso,
que
lo es por las opciones tomadas.
Hacemos
el recorrido
que
nos imprime esperanza
en
lo que seremos
en
un nuevo amanecer
que
nos repone
desde
la afición misma
al
querer,
que
todo lo supone
cuando
contemplamos
los
flamencos volar
y
ese azul que sabe a plenitud.
Respiro
ese sabor salado
de
un aire
que
me hechiza y fecunda
de
un bien preciado,
la
vida en estado puro,
que
nos propone
comunicación
interior y tesón
para
no quedarnos atrás.
El
caminar libera,
y
enciende la luz empática
que
ilumina dulcemente, sí,
e
indica el punto
hacia
el que dirigirnos.
Aquí
y ahora se ve fácil.
Debe
ser que los Dioses
están
a gusto también.
Juan Tomás Frutos.
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