Es el momento de la paz.
Lo es cada vez que nos contemplamos.
Nacemos, resucitamos,
a los valores, a los criterios,
a la ética y a la estética,
con mansedumbre y buen hacer,
con normas que nos devuelven
a lo que fuimos y seremos.
Es el punto del ciclo existencial.
Es igualmente el momento,
y hay calma.
Lo notamos, lo percibimos,
en un contexto que todo lo regala,
que nos reporta imágenes,
aromas, buen tacto,
en un caminar de ensueño.
Volvemos, sí,
en ese eterno deambular
por dimensiones jerárquicas
que nos van encendiendo la luz.
Aquí la tenemos al máximo.
Experimentamos
la mejor representación,
la que nos colma de gracia,
la que nos hace empatizar
con las voluntades mismas
de lo positivo.
Estamos donde debemos.
Cada vez lo tenemos más claro.
Además, el día, en su autenticidad,
nos ofrece lo ideal.
Es el sitio, es la hora,
somos nosotros y la compañía,
en salud, con sentimientos
que embriagan y enternecen,
y, además, nos renuevan
con la más generosa memoria.
Es, sin duda, la película perfecta.
¡Tomemos un papel
e intentemos disfrutarla!
Juan Tomás Frutos
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