Dibujas
la estampa de un toro como pocos. Pones verbos, adjetivos, adverbios, ganas,
empeños, coraje, simpatía, sensaciones, razones, instantes, fe... Regalas todo
con tu palabra fácil, con una oralidad que fecunda el paisaje de las ondas, de
las imágenes, de las conversaciones cotidianas.
Viajas
por doquier en pos de la fiesta, para verla, para saborearla, para compartirla,
para brindar cuanto es, que surge gracias a ti a través de un universo de
percepciones comprometidas. Nos abonamos al afán mayúsculo mediante tu estampa,
que reparte unión, decoro, honor y educación. Pocos hay que se te
igualen.
Conversas.
Eres franco. Tu ejemplo es generosidad, que compartes de manera complaciente,
como tú mismo te presentas. Hay dentro de ti una imagen de poderío, de
valentía, de docencia, de tolerancia, de misterio, de parsimonia, de aguante.
Coges el capote de la vida y la espada de la muerte con rodadura, contento.
Hace
tiempo que te conectaste a un cosmos singular, y éste, por ello, lleva, en
parte, tu nombre, que viste, especialmente, de "grana y oro". Es tu
traje favorito, o se asemeja al que te gustaría calar en un tiempo estelar.
Hablo,
con el corazón, de Mariano Molina.
He aprendido en estos años, ya muchos, a valorarlo, a quererlo en el sentido de
admiración y respeto entre compañeros de un viaje profesional que rezuma buenas
cosechas al lado de personas como él.
Como
conocen y se imaginan, estimados lectores, estimadas lectoras, es un tesoro de
ser humano que nos emplaza a una mejoría constante. Por eso le pedimos que no
cambie, y, sobre todo, que no se aleje. Nos reporta, su presencia, empatía,
altruismo y pericia. Que nadie diga que hemos sido exagerados, que, en el mundo
del toro, él sí que demuestra una sapiencia portentosa. Y, asimismo, en otros
tantos territorios. Agradecido quedo.
Juan TOMÁS
FRUTOS.
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