Con los años (ya me lo avisó mi
maestro Sebastián Gálvez) tienes más dudas. Es así. Lo que sucede
es que, como ya me advirtió y sugirió mi mentor, cuando vacilo me suelo
decantar hacia el amor, como señalan igualmente los más hermosos filósofos. No
hay error ahí.
¿Por qué les digo esto? Porque hoy les destaco (acaso no siempre) que el
cariño todo lo puede. Lo percibo en muchos ejemplos. En este caso lo traigo a
colación mirando a Jesulín de Ubrique y saboreando su devoción
por su pareja.
Me encanta ver las miradas entre ellos, su respeto mutuo, su saber estar.
No estoy con la postura del "murmurador", ni mucho menos. Me refiero
a que hemos de saber divisar el optimismo frente a la hostilidad. Me encanta la
gente que ríe, que baila, que comparte, que es lo que es, que hace caso a su
interior y que dice de sí mismo lo que alberga sin tapujos, sin aludir
únicamente a lo correcto a ojos de quienes nos rodean.
La gente precisa cariño, capacidad de reacción, autenticidad. No sé si la
vida es como un espectáculo taurino, pero lo cierto es que la existencia ha de
sacar lo mejor de cada cual conforme camina, de su ambiente, prestando ayuda a
quienes la necesitan y optimizando las esencias más maravillosas. La lealtad y
la nobleza son dos características del mundo de la tauromaquia. Potenciarlas es
una necesidad. Cuando las capto, las descuello. Es lo que debemos hacer
siempre.
La mirada
A colación de lo
glosado, os traslado algo que escribí hace unos años:
"A veces te
encuentras con la mirada de alguien en pos de otra persona. No descifras el
motivo, a veces al menos, pero te sabe a la misma mirada que te impactó, quizá
de la misma procedencia, en otro tiempo perdido.
Son golpes
fugaces, efímeros, rotos por la vida, y compuestos por la historia, que te
dicen que aún queda esperanza de que vuelva a suceder: me refiero a esa mirada,
tan especial ella".
Juan TOMÁS FRUTOS.
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