sábado, 16 de febrero de 2019

Lo mejor de nosotros


Recuerdo que, viajando en una ocasión entre Ciudad de México y Santa Fe, me encontré en la orilla de la carretera ese toro típico que aún percibimos por algunas carreteras españolas y que son el testimonio de una época pasada con un cierto sabor a presente también. Aquí esos toros fueron indultados. En América quedan como sus creadores los trajeron al mundo, a salvo de críticas y de dictámenes más o menos controvertidos.

Me sentí agradecido con aquella estampa que les rememoro. Después de todo era un regalo que me emplazaba cerca de España. Estar en las proximidades de Santa Fe y con un icono tan nuestro me hizo identificarme con mis propios "terruños". Hay muchas señales de España en México.

Tengo para mí como refrescante esa impronta noble, negra como el azabache, con la gratitud de unas dimensiones limitadas (las del diseño de un cartel). Pese al transcurso del tiempo por ese animal en plataforma, emblema de casta y de fiesta, me pareció como recién salido de sus pastos naturales, con el brío del que se sabe excepcional.

Lo cierto es que ese "toro", que todos asociamos a una marca privada, particular, se convirtió hace años en un símbolo del país, colmado de emociones, puede que incluso encontradas, pero que nos hacen tender hacia una visión de fuerza, de anonimato, de belleza y de tranquilidad que nos ubica a en torno a unos vínculos señeros y propios.

Puede que para darnos cuenta debamos salir fuera. A menudo, y hay muchos casos, no valoramos lo que somos, el cómo somos, cuando se ve, cuando nos observamos, como una rutina más o menos denostada.

El consejo es que disfrutemos lo mejor de cada circunstancia o realidad, incluso de nosotros mismos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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