¡Que tengas dulces sueños!

Amigo Ángel: te vas. Te alejas de este mundo en el que te hemos querido tanto, de una manera tan extraordinaria que no sabemos ni cómo podremos echarte de menos. Corres, ya con apremio, en busca de ese Dios al que alabaste y respetaste tanto. Seguro que el encuentro será precioso, aunque para mí lo más importante, lo que me supera, es que te añoro, te extraño. Es el momento aquí, en esta dimensión conocida solo a medias, para el sueño, para ese dormir que nos prepara, que te prepara, para otra situación, duramente desconocida. Has vivido con intensidad, con pausa, aprendiendo, compartiendo, ofreciendo lo mejor de ti, que era mucho. Has generado una tela invisible de un amor que se ha palpado, que aún permanece, y que me atrevo a decir que seguirá. Te miro en mi corazón, porque no deseo verte con los ojos cerrados. Deseo contemplar cómo eras y adivinarte viajar hacia ese Paraíso que te pertenece hasta por tu nombre. Una persona tan formada, tan educada, tan transparente, tan solidaria, tan dulce, solo se merece lo mejor. Quizá por eso el Cielo te ha reclamado tan pronto. No obstante, prefiero imaginarte entre tus mejores sueños. Anhelo la paz para ti y todos los tuyos. Deseo que tus proyectos surtan efecto, que salgan adelante, que no fracasen, que no se mitiguen, que no caigan, que no sean pasto del disparate de este mundo terrenal. Has cosechado muchos amigos, que te quieren, que siempre te querrán. Ángel, campeón, que tengas dulces sueños, que veas algodón por todas partes, que tomes chocolate de colores, que saborees los manjares más gratos, que converses con esa mirada limpia que nunca olvidaré, que te llames siempre del mismo modo, que viajes por aguas azuladas y transparentes, que la paz de la selva virgen te regale ausencias de conflictos y presencias de mucho amor, que todo sea realmente idílico… Con lágrimas en los ojos, te deseo lo más grato. ¡Qué tengas dulces sueños!