sábado, 17 de octubre de 2009

Construir la escultura dinámica de la Comunicación

La existencia humana se construye sin cesar. El hecho de que podamos relatar lo ocurrido ayuda a recordar y a reconocer lo que nos ha sucedido y a aprovechar los errores y los aciertos. Cada día hablamos de muchas experiencias, de cómo nos vienen, de cómo las vivimos, de cómo las relatamos. Explicamos la importancia de la mirada, del contacto humano, del roce, del cariño que mostramos en las actuaciones cotidianas. Valoramos la fuerza del amor, sin duda, pero aún tiene mucha más de lo que pensamos. Los convenios entre partes iguales nos deberían llevar por escenas de una dramaturgia convenida que ha de suponer, cuando menos, un cambio de actitud y de mentalidad. Hacia ese sentido hemos de movernos sin descanso.

Deberíamos juntar los trozos de la amistad para hacer una gran escultura que nos llene de la suficiente magia con la que gozar en común de lo que han de ser valores universales para todos. Hace siglos que están con nosotros, aunque no siempre los veamos. Nos debemos enamorar constantemente de lo que nos rodea. Seguro que nos aporta más de lo que creemos. Tratemos todos los días de alimentar la conexión humana con flujos comunicativos relevantes, interesantes, bondadosos.

Las sensaciones, a menudo indelebles, han de plasmar la realidad de las cosas, o el intento de aproximarnos a ella. El chequeo permanente de lo que realizamos, de cómo lo hacemos, nos ha de ayudar a seguir adelante con el compromiso de mejorar, de deslizarnos por las caricias de un aprendizaje embriagador. Comprender es comunicar, y comunicar es continuar conociendo.

Conformamos una comunidad de intereses equilibrando los niveles afectivo y racional, buscando criterios que nos inviten a vivir entre conocimientos de docencia continua. Podemos dar con muchas claves, si tenemos el propósito y la voluntad de llegar a ellas, de conseguirlas. Ésta es la maravilla del aprendizaje, su hermosura. La excelencia se consigue compartiendo muchos elementos, muchas vicisitudes, multitud de procesos, así como todo un bagaje de expresiones y de experiencias.

Salgamos, pues, a la calle, y digamos lo que somos, por qué somos, desde cuándo, con paciencia, sin plazos, protagonizando lo que en realidad queremos ser todos: felices. No demoremos esta actitud. Entre otros fines, para eso sirve la comunicación, que hemos de potenciar con significados y significantes. La conexión está ahí, debe estar. Es toda una dicha, la máxima, la mayor que podemos obtener, la que proviene del hecho comunicativo. Como hemos dicho, hemos de ver la comunicación como un eje crucial, como una escultura dinámica, como un encantamiento vivo y extraordinario. Lo es.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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