El discurrir diario, a menudo repetido y repetitivo, se basa en aspectos que tienen que ver más con el nivel afectivo que con el racional. Lo ideal sería equilibrar ambos, pero no siempre es posible. La poesía se resume en una experiencia de vida, en la misma existencia, que halla justificaciones en los resúmenes de palabras que no han de quedar huecas. Nos alcanzan los versos, y nos transforman con inquietudes que creíamos perdidas. Afortunadamente ese niño chico vive aún en nuestras entrañas, y debemos dejarle salir para que vea, para que entienda, para que aprenda, también a través de la poesía, sobre todo gracias a ella. Es un milagro que hemos de convocar como repetido.
Nos tocan los afectos con sus varitas mágicas, con el discernimiento de la pasión distraída, que hoy, como ayer, como en el ansiado mañana, nos dictará las mismas reglas de siempre, que se resumen en amor, coherencia, amistad y buenos deseos. Las equivocaciones se subsanan mejor cuando nos tratamos con el respeto y con la admiración que acompañan a las verdades más queridas.
Nos llegan las palabras, y lo hacen con la inquietud de volver a empezar en la nada, en el mismo sitio de antaño, con la normalización que supone decir un te quiero con sentimientos y presencias indelebles. Nos hemos de interpretar únicos, dentro del mismo marco de la concordia, en virtud de la poesía, de la prosa poética, de la literatura, que genera sinergias, o debe hacerlo, con las que convivir en la mejor paz que sea posible. La hemos de cultivar.
Leo con emoción lo que nos trae y nos distrae con prestaciones periódicas, con voluntades de ser y de estar a la altura de las circunstancias que tanto nos gustan, pero que no siempre se valoran. Hemos de laborar por ellas. Nos gusta ser, y para resaltar lo auténtico está la terminología de la voluntad decidida de aprender gracias a la intercesión de los aciertos, e incluso de los equívocos, que nos portan a ese mundo de buenas vibraciones, de inocencias y de buenos gustos, acompañados de interpretaciones en positivo.
La defensa de la palabra es la defensa del ser humano, de lo nuestro, de lo que somos, y, en este plano, la poesía es la hermana más linda, la más hermosa, la más genuina. La energía nos ha de salvar de la desesperanza. La poesía es una aliada perfecta para gestar y generar esa ilusión. Somos poesía, que es la que más comunica. Gustemos. La sensibilidad comunicativa merece que la aplaudamos y que la defendamos a ultranza. En ello ganamos todos. No olvidemos que la vida está llena de emociones y de afectos en la comunicación, y que a ellas y a ellos se llega, fundamentalmente, con una visión poética.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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