domingo, 18 de octubre de 2009

Os leo, os escucho

Me gustaría agradecerte,
agradeceros, inmensamente,
el tiempo que me dedicáis,
con toda vuestra esperanza,
con esas ilusiones
que me cargan las pilas
en el silencio de la noche,
dispuesta siempre en vosotros,
con un sí indeleble y perenne.

Uno escribe,
me digo, os confieso,
casi como terapia,
con la ilusiones puestas
en el mañana,
que ya es hoy,
que pasa rápidamente.

No soy alguien
que vaya a pasar
haciendo camino,
pero sí que buscaré
estrellas y lunas lunáticas
para no cejar
en el empeño simpático
de dar con la felicidad
que un alma gemela
me procurará un buen día.

Puede que quede
en un sueño eterno
como la vida misma,
como la misma nada,
como el todo deseado,
como el amor que yace
en el monte sagrado.

Nadie dirá, compañeros,
nadie negará, compañeras,
que lo he intentado,
supongo que como vosotros,
que acompañáis el silente
fragor de la batalla
no librada visiblemente.

Tengo para mí
que estamos,
y os doy las gracias
muy de veras.
Os leo, os escucho,
y todos los días aprendo.

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