La idea, en nuestras vidas, es que combinemos procesos. Hemos de aspirar al equilibrio como referencia existencial. Hemos de ser como los juncos, esto es, debemos estar agarrados a la tierra, pero hemos de saber afrontar las fuertes tormentas que, de vez en cuando, aparecen. El tiempo transcurre con una marcha imparable que nos da un poco de miedo, quizá demasiado. Hemos de aprovechar los segundos de una novedad que nos descalza a la salud de una mejora cualitativa, de un conocimiento profundo. Somos enganchando con la historia de la experiencia, la propia, la de otros, y establecemos dogmas más o menos cercanos, sagrados, conjuntados con un entorno inmediato, clarificador, sentido, querido.
Necesitamos espacios, andar de otro modo, con sorpresa, con novedad, con constancia también. Nos damos valentías, prestancias, creencias, y continuamos con el amor como presente, como divinidad, como trozo importante de lo que justifica el caminar cada día.
Hemos de tomar la intuición como referencia. Ante la duda, ha de ser la bondad la agraciada compañera que nos haga felices. Cantemos con la dulzura que nos permite que la dicha sea la expresión de un deseo hecho realidad. Debemos contar con esos ingredientes que nos den historia, ternura y pasión. Hemos de participar en ese camino que nos consiente y nos enseña.
Debemos comunicar con mesura, y, en todo caso, hemos de aprender de los otros con la fórmula de tener el corazón tan a la escucha como abierto. Los temores no ayudan. El conocimiento sí nos permite llegar a donde queramos. No hay más verdad que utilizar el visor flexible y convencido de la verdad de los otros como método ascendente para demostrar que podemos mejorar en todo momento, en cualquier lugar. Hemos de aproximarnos.
Nos debemos disponer el tiempo necesario, sin prisa, pero sin pararnos, con el propósito de acercarnos a donde las imágenes nos han de dar no sólo voluntad, sino también deseo, que hemos de configurar con un concurso colegiado del que hemos de aprender repetidamente.
Nos hemos de dar la tregua necesaria para prosperar con la afinidad de los otros. No estemos solos. No es bueno. Demos con ese toque de inteligencia que nos ha de sostener en ese proceso de tener en cuenta a todos en todo momento. Para que eso sea posible, hemos de dejar márgenes, hemos de poder funcionar con moldes abiertos, con ventajas de terminologías preciosas.
Nos debemos mostrar enamorados de la vida. No hemos de resistir ante el afán de conocer. Ha de haber flexibilidad, holgura, reafirmación de utilizar márgenes para abrir los corazones y las mentes hasta el punto de vivir el convencimiento de saber que la verdad está en todas partes. Ejerzamos, en su búsqueda, la comunicación. Con esa perspectiva aprenderemos mucho más, más de lo que podamos pensar. Lo veremos. Intentemos navegar todo lo que podamos por los espacios de la comunicación desde la inspiración perenne.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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