Partimos del hecho de que la buena acción genera buenos resultados. Conviene que lo veamos así por lo que decimos a continuación. La comunicación, la negociación, la relación de unos con otros, está cargada de posibilidades, que vienen en función del comportamiento mismo. Trata a los demás como quieres que te traten a ti. Esto funciona, y lo hace a todos los niveles. Cuando nos mostramos afables cosechamos amabilidad. La mayoría de las veces es así, y, cuando no lo es, hemos de asumirlo como los riesgos que nos comporta la vida, que no siempre nos regala u otorga, en lo bueno o en lo malo, lo que nos merecemos. En unas ocasiones, sí, y en otras no tanto.
Hacer el bien sin mirar a quien es una máxima que ha de utilizarse cuando sea posible. Nos hemos de enamorar de la existencia dándole oportunidades en cuanto sea menester. Será la forma, y también la fortuna, de regalarnos opciones para dar con el aprendizaje constante y solvente.
Los universales de los griegos son los que funcionan desde hace miles de años: lo que ocurre es que tenemos que refrescarlos de vez en cuando con el fin de animarnos a dar con claves que nos generen una dosis aceptable de dicha, de consideración, de posibilidades.
En comunicación, el chequeo de lo que hacemos es una necesidad. Hemos de apuntarnos nuestras rutinas y, con cierta periodicidad, las debemos analizar para comprobar lo que da resultados y lo que no. Hemos de servir de testigos de cuanto realizamos para que todo no quede en una sencilla costumbre (o no tan sencilla) con la que afrontar lo que suceda.
Veamos, tras una interpretación más o menos exhaustiva, lo que nos sirve y lo que no, lo que nos edifica como personas y como seres sociales, y aquello otro que, de una u otra manera, nos deja al albur de circunstancias que generan pasividad o hasta negatividad, si fuera el caso.
Intentemos mejorar. Ésa ha de ser una actuación casi permanente, querida, firme en su factura, con la que poder gustar las mieles de la experiencia. De ella hemos de sacar conclusiones en positivo. Pensemos en los errores para no intentar repetirlos, pero saquemos provecho, en paralelo, del acontecer diario, de los aciertos, de aquellos que nos hacen vivir más intensamente y más cerca de quienes nos rodean.
El respeto a los derechos y deberes de los demás es fundamental. Lo es para pedir que se cumplan recíprocamente. Hemos de esforzarnos en este campo, y sembrarlo con buenas intenciones, con mejores actos, con perspectivas de compañía respetuosa. Seguro que ganaremos mucho en sabiduría y en tranquilidad, dos elementos básicos para convivencias y aprendizajes de todo género. Las posibilidades son todas, las que queramos, las que busquemos, eso sí, con un horizonte largo y amplio en su mirada. Ya saben: buenos usos y mejores resultados comunicativos. El beneficio es común.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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