miércoles, 11 de noviembre de 2009

Noche y día en la comunicación

Me gustaría hablar contigo, contarte lo que siento, lo que soy, lo que llevo dentro, lo que me ha permitido viajar en el tiempo y dar con esa solución, que hoy, como ayer, lleva las iniciales de tus nombres, que hago míos. Eres la pregunta y la respuesta, la vida y la noche, con su desierto y todo. Nos hemos visto con dudas, con vacilaciones que nos han transportado a la amistad más profunda. Hemos ganado la ilusión más larga, el complaciente camino que nos importa más que otra cosa. Nos vemos con luces que alumbran un lago inexistente. No habrá baño, no habrá salvedad, no habrá frescura para lo que queremos contarnos.

Hoy no es el día, aunque lo parezca con la voluntad de un universo que finge afectos mientras viaja hacia la inventiva que es cuestión con soslayadas caricias que nos permitirán tener la apariencia de una dicha que otro se lleva a cuestas. Lo esperaba, pero ahora lo veo, lo experimento, y sufro, como sabía que iba a padecer. Nos contamos muchas cosas, y muchas vemos con cautelas que nos ahorrarán un tiempo precioso.

Hemos adivinado pronósticos con reservas de espacios cariñosos que nos han hecho dudar en el instante final, que hoy vemos como principio, porque lo es. No hemos sido en la noche con cuatro tiempos, con voces y sombras de apetecibles señales que no tomaremos en su virtud y con su rumbo. La nada es hoy todo, y el todo se convertirá en nada tan pronto pase este episodio de felicidad, que transcurrirá a velocidad de vértigo.

Hemos cautivado el destino, y éste nos sonríe porque busca apariencias que no engañarán con el transcurso de un verbo que nos dictará los indicativos acústicos de la sinceridad, hoy parte de la obra en la que nos sentimos fantásticos. Te doy, en ese recorrido, las gracias. Mereces todo. No dudaré en contarte lo que llevo en el interior. Hemos aprendido a compartir, y a ganar con los resortes mágicos de lo que es noche y casi día. Veremos. La comunicación tiene esos contrastes.

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