lunes, 23 de noviembre de 2009

Opciones ante la saturación informativa

Se multiplican día tras día los elementos noticiosos, o reiteradamente informativos. Cada vez hay más, o más de lo mismo. Se repite el bucle, el ciclo, la fortuna de dar y de recibir una enorme cantidad de flujos comunicativos. Comienza la semana con información, e igual termina. Y, por medio, más información. Aparecen datos por doquier, con profusión de estimaciones, de análisis, de interpretaciones de agenda, y seguimos con un entusiasmo extraordinario en pos de una misión que hemos de hacer posible. Lo es. Estamos estupendamente. Damos gracias porque las cosas salen con un compromiso de paz y de serena voluntad de idealismo y pasión. Hay mucho, si bien hemos de pensar que no llega ese mucho a todas las partes del globo terráqueo. Pasamos el tiempo algunas veces, pero otras es algo más. Debe. Nos sentimos conformados por la realidad, que, a menudo va bien, pero igualmente hemos de tratar de mejorar con búsquedas más claras de las esencias de las realidades circundantes.

Dicen un axioma de la comunicación que la saturación informativa produce desinformación. Aunque no juguemos conscientemente a ello, así es, así sucede, y ante ello hemos de poner freno. No podemos moderar la existencia de muchos flujos de comunicación. Probablemente tampoco es útil ni conveniente. Lo que sí parece necesario es tener más conocimiento que nunca antes para poder elegir de manera oportuna. La verdad, repitamos, nos hace libres.

Definir qué es importante de lo que no lo es no es sencillo: hay que buscar, esto es, debemos dedicar tiempo a saber lo que ocurre, cómo ocurre, los motivos, y, en paralelo, hemos de discernir lo que sucede, en su oportuna graduación, con prestaciones correctas, procurando que los demás participen en la medida que sea menester para crecer desde el aprendizaje más completo que sea posible.

Por lo tanto, cuando empieza una nueva semana, cuando unos nuevos días cargados de ilusiones están por delante, hemos de tener el firme propósito de seguir aprendiendo, pero no con inercia, no con dinamismos que no terminamos de comprender, sino más bien a través del aprendizaje continuo y seleccionado entre las diversas posturas, actitudes y visiones del universo que nos rodea y envuelve.

Hay que saber elegir, incluso aunque nos equivoquemos. Si erramos, pues enmendamos la plana, y seguimos. Decían los griegos que la virtud está en el punto intermedio, porque, precisamente, en la intención de hacer las cosas, por si fallamos, hemos de procurar no hacer daño a los demás, no conscientemente, y hemos de procurar que poco a poco vayamos dando con la dirección adecuada de la docencia de cada cual, y, si es posible, del conjunto social.

Madurar implica tomar decisiones, y el tomarlas nos lleva a madurar. Es un círculo en el que nos hemos de introducir para obtener suficientes mejoras que también harán que todo vaya de un modo más idóneo. Intentemos, pues, que en la profusión hallemos respuestas y no ese “todo revuelto” que no siempre nos conduce a buen puerto.

Ajustemos posibilidades y tomemos ese impulso, bien respirado, que nos invite a recoger buenos resultados en forma de conocimiento de lo que ocurre, de lo que sucede a todos los demás, lo que nos puede convertir en auténticos seres humanos. Veamos los árboles, y también el bosque, y viceversa. Los valores están ahí: conviene que hagamos todo el esfuerzo para definirlos y ponderarlos. Daremos con objetivos y conclusiones muy edificantes. Debemos desarrollar la habilidad de ver lo importante y lo interesante entre tantas opciones como existen en un mundo saturado por la información.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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