viernes, 25 de diciembre de 2009

Las categorías y el todo comunicativo

Vaya por delante un aserto comunicativo: encontramos aquello que estamos dispuestos a hallar. El cesto de la comunicación tiene todo tipo de componentes y de posibilidades de ida y de vuelta. La realidad tiene muchas vertientes. Además, hay múltiples representaciones de ella. Todas conforman unos planteamientos con aspiraciones globales. Hemos de mirar con cumplimientos de búsqueda de aprendizaje que comience sin choques, sin intereses oscuros. Debemos distinguirnos con contemplaciones de profunda expresión. Somos parte de lo extraordinario, si somos capaces de ser generosos con nuestro entorno, con lo que nos gusta, con lo que nos place en un universo de sensaciones netas. Deleitarnos por cuanto nos regala la vida es el mejor presente con el que podemos gobernar parte del futuro, que tiene sentido con las novedades recurrentes que nos brindamos.
Hemos de dar pasos adelante con objetivos sin complejos. Debemos escribirnos con ánimos sanadores, con reglas no escritas, con vertientes que apunten hacia equívocos sanos. Nos debemos alegrar de oírnos, de tenernos. Las cosas funcionan si queremos que así sea. Nos debemos contentar por lo que hacemos, por el empeño que ponemos en ellas, en todas las cosas, por la misión cumplida, aunque se quede a medias por la falta de suerte o por aquellas circunstancias que no dependen de nosotros.
Portemos, siempre que podamos, el libro de la vida con las hojas tan llenas para aprender y tan en blanco como seamos capaces para poder escribir sobre ellas con originalidad y espiritualidad. Seamos grandes como concepto, desde la entelequia. No suframos por lo que no depende de nosotros: intentemos lo imposible, pero no nos obliguemos a más. La sensatez también tiene eso: no forcemos la máquina más allá de sus posibilidades. Los análisis de corazón nos han de descubrir sensaciones de equilibrio.
Formamos parte de categorías que hemos de complementar como cimiento aliado de un porvenir donde todos hemos de convenir en la ilusión por alternativas y con afanes de superación. Nos debemos convertir en modelos para todos, incluso para nosotros mismos. Nos debemos dedicar en cuerpo y alma a superar los obstáculos. Necesitamos poner en común los mejores deseos. Seguro que percibiremos los ejes que nos unen, y con seguridad que fortificaremos el castillo del entusiasmo que nos ha de permitir que se cumplan los planes. Dibujemos murales, por favor.
Saquemos todos los proyectos adelante, incluso los más nimios. Es probable que éstos deban ir los primeros, pues son los que proporcionan entereza ante un ecosistema de debilidades que proliferan por la falta de acción. Consideremos para dar con las voluntades de triunfos relativos y de leves éxitos que animan por encima de todo. Así debe ser. Hemos de despertar a las causas para dar con las consecuencias. Los orígenes han de ser superados. No consintamos lastres, no de ésos que nos detienen. Como mucho, aceptemos los que nos aclaran la voz para escuchar nuestro interior. No tengamos prisa para llegar al final. Disfrutemos de algunas paradas, de las que puedan ser, de las que nos permita la historia y sus circunstancias.
Las realidades son múltiples, con miradas y miramientos diferentes. Añadamos todo cuanto sea menester. Nos propondremos no cercarnos con intereses fluctuantes o de corta perspectiva. El mundo es muy grande, y, desde el respeto, cabe todo, cabemos todos, y, por supuesto, desde la comunicación ingente, precisa, intensa, conmovedora, buscadora de sentimientos, de alivios y de corazonadas racionales y objetivamente-subjetivas. Vayamos por esa realidad. Es nuestra, es de todos, sí. Las caras y vertientes de la comunicación componen un compendio de opciones que nos encienden cada día la llama de la vida misma. Hay un sinfín de categorías en el todo de la Comunicación. Puede que sean infinitas.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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